Del estalinismo al putinismo, la UE, el centro
En 1950, el escritor mexicano, Octavio Paz, escribió un texto sobre el Gulag (la Dirección General de Campos y Colonias de Trabajo Correccional), en la Unión Soviética, y trató de publicarlo en diferentes periódicos de México, pero todos los rechazaron porque consideraban que hacer esa denuncia significaba beneficiar la causa del enemigo y contribuir a la reacción.
Se trataba de un texto sobre los excesos del totalitarismo en la Unión Soviética. Los círculos intelectuales y políticos reaccionaron negativamente contra el texto de Paz considerándolo reaccionario por el hecho de que no hacía causa común con el pensamiento socialista y hacía unas denuncias que alimentaban el poder del enemigo. Sin embargo, la profundidad del texto de Octavio predecía la oscuridad política y social sobre la cual se cebaba el poder soviético y el Gulag. Paz hacía una defensa de la libertad y la democracia, pero sobre todo de la igualdad social.
Con posterioridad, esos mismos intelectuales y políticos entendieron perfectamente que Paz estaba en defensa de los derechos universales y que el problema del Gulag era un tema que incumbía a la humanidad no solo como tema humano, sino también político, cultural e histórico.
La repercusión que tuvo el texto de Octavio en Latinoamérica se aproximó, años más tarde, hasta la condena de los gobiernos autoritarios y dictatoriales de la época y, desde esa problemática, se entendió a cabalidad la opresión, el oscurantismo del Gulag en la Unión Soviética y la muerte de más o menos tres millones de personas.
El estalinismo, como corriente política, se fundamentaba en el marxismo, el cual se impuso en Rusia tras la revolución de octubre de 1917. El objetivo primordial de Stalin era convertir a la Unión Soviética en una potencia mundial y para tal hecho tenía que concentrar todos los poderes en uno: poder ejecutivo, legislativo y judicial y, desde esa posición, su poderío sería invencible y su presencia en el mundo estaría garantizada.
Tras la caída del bloque soviético, la Glásnost y la Perestroika, lideradas por Mijaíl Gorbachov, el último líder de URSS, no fueron suficientes para ordenar a una nueva Rusia que amanecía a una visión de país y hacia una estructura social y política recientes. Muchos comunistas nostálgicos lo tildaron de “traidor”.
Las lentas reformas liberalizadoras promovidas por Gorbachov pusieron en el escenario político al también reformista Boris Yeltsin. En 1990, Yeltsin rompe con el Partido Comunista y proclama un escenario político, social y económico radicales: economía de mercado y autonomías con respecto al poder central.
Yeltsin se constituyó en pieza clave para romper el sistema de control estatal de los mercados privatizando las empresas públicas. Aunque estas medidas permitieron a Rusia un avance importante, también sirvieron para profundizar la corrupción, la criminalidad, las desigualdades y el descontento.
Tras dos gestiones de gobierno, Yeltsin, agobiado por las protestas y por su deteriorada salud, dimite y da paso a su delfín, Vladimir Putin.
En 2000, Putin fue nombrado como presidente interino de Rusia. En marzo del mismo año fue elegido presidente en primera vuelta con un 52,94% y cuatro años después fue reelegido también en primera vuelta con el 71% de los votos. En el período entre 2008 y 2012 fue nombrado primer ministro y en marzo de 2012 volvió a ganar las elecciones presidenciales tras obtener el 63,6% de los votos. Putin asumió el 7 de mayo su tercer mandato, 2012-2018, esta vez, de acuerdo con la reforma constitucional, por seis años y con posibilidad de ser reelegido por otros tantos.
El 18 de marzo de 2018 Putin vuelve a ganar con el 76,6% de los votos. Esta candidatura termina en 2024.
Putin podría estar en el Gobierno hasta el 2036.
En abril de 2021, Putin firmó una ley que le permitirá seguir en el mando durante dos períodos más de seis años cada uno.
Los antecedentes de Vladímir Vladímirovich Putin en materia democrática y libertad son nefastos.
En 2014, y tras un controvertido referéndum en el que se consultaba a las personas si querían que la península de Crimea se uniera a Rusia, la gran mayoría de los ucranianos se tapó la boca en protesta y defensa de la península rechazando la anexión a Rusia.
La reciente invasión de Rusia a Ucrania lo ubica a Putin en el cuadro indecoroso del estalinismo más puro y duro. Solo en un contexto expansionista, nacionalista e imperial, es posible entender la acción criminal de Putin sobre Ucrania.
La guerra que ha desatado en Ucrania también la ha desatado contra el mundo. Una condena total de los países democráticos que repudian las acciones viles y despóticas del nuevo “zar” ruso.
La respuesta contundente y colectiva de la Unión Europea quizá delate el mal cálculo y el error más terrible de Putin: el de suponer que la UE no iba a responder con total unidad y rapidez sobre lo que se suponía iba a ser una guerra corta.
Ciertamente, la invasión a Ucrania marca un antes y un después sobre la estructura política, social y económica de UE. El nuevo liderazgo de unidad y defensa se llama Alemania; a la par, Bruselas, Francia y España están como piezas fundamentales para un nuevo orden europeo en materia de defensa y de economía. Putin ha logrado resucitar a la OTAN, pero también ha conseguido las placas tectónicas en un viejo continente que se creía inmune a la beligerancia. La UE está respondiendo con claridad meridiana y con un efecto que podría arrinconar a Putin a la sombra de la soledad, de su desquiciamiento y sus ambiciones. Suiza, Suecia y Finlandia despertaron con el beso envenenado del nuevo zar, como las bellas durmientes, y responden con vigor y unidad, para sorpresa del mundo y de la propia UE.
Bruselas ha aprobado una ayuda de 450 millones de euros para enviar armamento a las fuerzas militares ucranianas y 50 millones para equipos “no letales”. A todo esto se suman las sanciones y los bloqueos económicos que ya comienzan a asfixiar la economía rusa. La invasión de Rusia a Ucrania llega después de una pandemia brutal que enseñó a la UE lecciones de solidaridad y coordinación y ahora aplica esas lecciones contra Putin.
En estos tiempos de interconexión tecnológica mundial, las guerras no solo se las gana con armamento y bombas; ahora, está claro, la UE está planteando una nueva guerra comercial y económica que podría ahogar al gobierno de Putin y llevarlo al descalabro económico y social.
El autor es comunicador social
Columnas de RUDDY ORELLANA V.