Fallece Rafael Peredo, historiador y eximio periodista de Los Tiempos
El periodista, escritor, historiador, investigador y editorialista Rafael Peredo Antezana, quien por muchos años trabajó en el diario Los Tiempos, falleció ayer en su domicilio particular de Tiquipaya, a los 94 años de edad, dejando escritos una media docena de libros, además de artículos y ensayos investigativos de la historia cochabambina.
Según datos ofrecidos por su familia, “Don Rafito”, como se lo conocía de forma amistosa, dejó este mundo en paz, ayer a mediodía, mientras descansaba en su casa, junto a los suyos. Había sido hospitalizado hace dos semanas, víctima de varias dolencias relacionadas con el cáncer y su avanzada edad, pero fue dado de alta, hasta que, ayer, su organismo no pudo resistir más. Según la familia, aunque guardaba cama, conservó la lucidez y los sueños hasta el último día. Recibía a sus amigos, con quienes discutía de política, historia y de la realidad nacional, e incluso tenía previsto publicar dos libros que se hallaban en elaboración: uno sobre el asalto a Los Tiempos en 1953 y otro de Quillacollo, su tierra “natal”.
Aunque nació en Oruro (24 de octubre de 1923), Peredo se identificaba a sí mismo como “quillacolleño”, pues en esa ciudad pasó gran parte de su vida. Justamente tres de sus libros tienen este municipio por escenario: “La provincia de Quillacollo”, “Parroquia de Quillacollo” e “Historia de la Virgen de Urkupiña”.
Según relata su nieto Nelson (también periodista de este medio), Rafael Peredo sintió el llamado del periodismo desde sus nueve años, cuando estalló la Guerra del Chaco y todo el mundo en Quillacollo hablaba de ella. El pequeño Rafito gastaba su recreo en comprar un periódico en la estación de ferrocarril.
Más tarde, su padre (Emilio Peredo Molina) lo llevó a conocer la rotativa del diario de ese entonces, El Imparcial, en la calle Baptista de Cochabamba.
Unos años después, se fue al politécnico de Oruro con la intención de estudiar artes gráficas. El centro fue cerrado y partió a la Escuela Industrial de La Paz. En 1943, su padre le hizo saber que un amigo, Demetrio Canelas, iba a abrir un periódico en Cochabamba. Al joven Rafael Peredo le tomaron un examen de ortografía y entró como corrector en Los Tiempos. Su jefe de Redacción era Jesús Lara.
Más tarde, volvió a Oruro y trabajó en La Patria, donde ascendió a Jefe de Redacción y tuvo entre sus alumnos a Luis Ramiro Beltrán.
Sin embargo, Peredo pudo ser testigo de la destrucción de Los Tiempos en 1953 por parte de hordas del MNR, y del milagro de la resurrección del diario en 1967, por parte de Carlos Canelas.
Recuerda que cooperó desde el principio en el empeño de restaurar un legado tradicional de la familia Canelas y el rescate de documentos que permitieron. En ese tiempo, Rafael había terminado su primer libro “La provincia de Quillacollo”.
“Trabajé 80 años en el periodismo, toda una vida. Para mí era como mi padre don Demetrio, y ¡qué gran hombre! Tenía una confianza absoluta en mí”, declaraba en una entrevista concedida a su nieto Nelson, la cual fue publicada en este medio en octubre del año pasado.
Peredo trabajó de editorialista y reportero en todas las secciones de este medio de comunicación. Desde ese año, ya no dejó esas oficinas, donde se jubiló a principios de los 90.
Desde entonces, se dedicó a recopilar sus investigaciones y organizarlas con motivo de publicación. Su monografía de Quillacollo aún ahora es texto de consulta obligada por los investigadores, y el único texto de referencia sobre ese tema, pues las demás publicaciones son sólo actualizaciones.
A Peredo se lo considera también una autoridad en lo referente a la historia de la Virgen de Urkupiña, y fue constantemente citado y entrevistado en publicaciones posteriores.
También tuvo espacio para publicar libros de literatura, tal cual lo demuestra su poemario “La zarza ardiente”.
Por todo ello, en sus últimos años, recibió numerosos reconocimientos de organizaciones periodísticas, estatales y culturales. Anoche, en su velorio, seguían llegando los reconocimientos municipales y los adioses de quienes lo conocieron y admiraron.
80 años de labor periodística es el tiempo de su vida dedicado por Rafael Peredo a un oficio que era su pasión, junto con la historia y la literatura.
EL ENTIERRO SERÁ MAÑANA
Para los amigos que deseen darle el último adiós, Rafael Peredo será velado hoy en su domicilio de Tiquipaya (calle Cochabamba entre Junín y Francisco del Rivero).
Mañana será la misa de cuerpo presente a las 14:00 y el entierro, una hora después en el cementerio de Tiquipaya.
Anoche, se congregaron dolientes en su domicilio. También estuvieron presentes representantes de las Alcaldías de Tiquipaya y Quillacollo para hacerle homenajes póstumos.
En el velatorio se escuchaban tangos y el ataúd estaba cubierto con la camiseta de su añorado The Strongest.
COMENTARIO
Norman Chinchilla. Periodista de Los Tiempos
Periodista sin tacha y de “experimentada orientación”
Rafael Peredo cerró su edición en esta vida con la misma discreción e integridad que remataba sus notas periodísticas. Sobrio, meticuloso, intensamente concentrado en sus temas, serio, muy serio, y profundamente convencido de su sentimiento y compromiso con la Patria y su edificación permanente, don Rafo vivía su pasión por el periodismo como sacerdocio: austero y casi solemne.
Para este hombre, el periodismo era —y en su caso no es metáfora— un apostolado. Y con la misma convicción consideraba a este periódico “el faro permanente que alumbra la conciencia ciudadana, (donde) gobernantes y gobernados han encontrado en esta tribuna de decencia y de dignidad, el sano consejo y la experimentada orientación, únicos remedios —que en nuestro concepto— pueden salvar a Bolivia del seguro naufragio al que la han conducido los partidos y los hombres que al llegar al poder se han olvidado de las libertades esenciales que hay que respetar y defender”, así lo escribió el mismo, siendo muy joven y ya visionario, en septiembre de 1951. Esa es la herencia que deja en sus descendientes, algunos también periodistas, y en quienes tuvimos el privilegio de compartir, en algún momento, la redacción de Los Tiempos.