Julio León Prado, un gran emprendedor

Cultura
Publicado el 13/08/2016 a las 0h00
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Julio me honra hoy con el privilegio de decir unas palabras que subrayen la trascendencia de este momento culminante de su vida, haber llegado a los 90 años, pleno y con salud. En este día de celebración están todos y cada uno de los días de su 90 años de vida. Hoy se concentra toda su experiencia, su energía, todo lo que ha representado vivir, crear, creer, amar, sufrir… Aquí están el momento del éxito y el del fracaso, la alegría de la amistad, la decepción de sentir que algunos amigos no fueron fieles a esa amistad… Tenemos la posibilidad de recontar esos días que, si tuviéramos que desgranarlos uno a uno, podríamos estar contando mucho tiempo.

En una de nuestras conversaciones me dijo algo que tiene mucho sentido: “Muchas veces me han preguntado, ¿por qué trabajas tanto, Julio?”. Su respuesta a tal pregunta ha sido siempre tan simple como contundente: “Trabajo tanto porque quiero vivir”. Es que el trabajo es la intensidad de vivir, es una de las cosas que le da más sentido a la vida. Cuando alguien como él tiene la fe suficiente para creer que aquello que hace lo llena como persona y que además, a través de lo hecho, es capaz de entregar algo a los demás, el resultado no es otro que una celebración de la vida.

Eso es lo que hacemos hoy, celebrar la vida, por supuesto la vida de Julio León Prado, pero también la nuestra. Cuando un ser humano llega a los 90 años y puede convocar a sus amigos y amigas, a sus colaboradores y sentir junto a ellos que todos quienes hemos venido, estamos aquí porque queremos acompañarlo en este instante de felicidad, es que es mucho lo que ha sembrado y mucho lo que ha dejado como ejemplo.

Julio me dijo también que en Bolivia hacer empresa, ser empresario, es una temeridad y es verdad, si algún problema tenemos los bolivianos es que creemos que convertir la pobreza en virtud es el camino correcto y no lo es. Enfrentar y luchar contra la pobreza es el camino correcto, hacer que la pobreza desaparezca de nuestra sociedad es el camino correcto; no convertir la pobreza en una forma de orgullo, como si la pobreza fuera una virtud en sí misma. Pero me decía algo más “si en Bolivia ser empresario es una temeridad, tener éxito es un crimen”. Es una frase muy dura, pero tiene que ver con una cierta filosofía, con una forma de pensar, con una imposibilidad de entender que el emprendimiento, la creatividad, la generación de riqueza, no sólo son necesarios, son imprescindibles. En esa misma lógica la sociedad boliviana tiende al elogio y a recordar a los grandes políticos y guerreros, asume la historia como épica, la épica de la batalla de la independencia —sin duda alguna muy importante—, la épica de la construcción de epopeyas revolucionarias —sin duda relevantes—, pero olvida algo básico, no la épica sino la ética del trabajo, y si hay alguien que nos puede dar una lección en Bolivia de lo que representa la ética del trabajo es Julio León Prado. Julio apuesta, como todo buen empresario, a su extraordinaria capacidad creativa. Lo que envidio del empresario creador es ese momento extraordinario en que una idea se convierte en algo tangible, que puedes tocar, distinto del sentido estético de la belleza de la creación literaria, o de las artes plásticas, o del cine, que sin duda son muy bellos, pero distinta a la belleza de lo tangible, que la tierra produzca, que la inversión en una carretera permita comunicar a un pueblo con otro, el momento en que una empresa, sea esta financiera o industrial, da empleo. Son todas ellas formas de creación y de construcción muy hermosas. Es, en definitiva lo que hace posible la dinámica cotidiana de vivir y no solamente de existir. Es la premisa que propone la reproducción de la riqueza, aquella que se concibió como teoría económico-política en el siglo XVIII, sosteniendo la idea de que la riqueza puede generar el bienestar de las naciones. 

Me preguntaba también, a propósito de este brindis, si esa capacidad de creación puede ser múltiple y si un empresario puede hacer un día el tendido eléctrico para una ciudad en pleno crecimiento que hoy es una admirable realidad: Santa Cruz de la Sierra, el otro un proyecto agroindustrial, el otro construir un túnel para que Misicuni se vuelva una realidad cochabambina, y el otro —por si fuera poco— trabajar en la idea de cómo generar riqueza a través de un sistema financiero dinámico que modernice el proceso de las finanzas en el país. La respuesta es sí, es posible, esa multiplicidad es posible y es real. Los verdaderos capitanes de empresa saben que no hay un solo camino, no es sólo el de las finanzas, o el de la industria, o el de la agricultura, es su decisión de hacer todo aquello que creen que es capaz de generar riqueza, producción, empleo y crecimiento. 

En ese contexto, no me cabe la menor duda de que éste es un tiempo en el que la sociedad boliviana tiene que reconocer en el empresario, en la idea del emprendedurismo pequeño, mediano o a gran escala, un referente, un modelo, algo deseable, algo que podamos y debemos admirar. No plantearnos la pregunta inversa. “Este hombre o esta mujer tiene mucha plata. ¿Cómo no más habrá hecho su plata?”. Casi siempre se apela a aquello de: “piensa mal y acertarás”, casi siempre es el pensamiento por la negativa, no es el reconocimiento de alguien que ha creído en sí mismo, que ha creído en su sociedad, que ha ayudado de modo muy significativo a construirla. Julio León —quienes lo conocen y lo han acompañado a lo largo de décadas lo saben— hizo mucho en Bolivia, pero pudo ir mucho más allá, y de hecho ha realizado inversiones fuera del país, pero probablemente hubiera tenido más éxito del que ha tenido si hubiera apostado todos sus emprendimientos fuera de nuestras fronteras. Ahí, en la decisión de hacer su mayor apuesta por el país, radica su verdadero sentido patriótico, que no es el patriotismo de cantar el himno nacional. No es el patriotismo del llanto de alegría cuando la Selección nacional al comenzar los años 90 del siglo pasado nos llevó al Mundial, no, es el patriotismo de quien está dispuesto a hacer lo que tiene que hacer por la sociedad en la que cree y a la que se debe porque en ella ha nacido. Este hombre de Quillacollo, este hombre de Bolivia, independientemente de los aplausos, construye día a día y construye con tesón, con intensidad, con autoridad, con claridad. Quienes han trabajado con Julio León podrán pensar en algún arranque, en algún exceso, en alguna contradicción, en algún momento de mal humor; no importa, el resultado está aquí y está a la vista.

Le pregunté también, ¿cuál es el Departamento en el que más has invertido? “No te voy a decir cuál”, me dijo, “pero sí te puedo decir que allí tuve que hacer inversiones disfrazado, figurando con otros nombres, porque, a veces, no les gustaba que Julio León hiciera ciertas obras y tuviera éxito en determinados emprendimientos…”. No importa, Julio ha tenido siempre un motor detrás de su alma, detrás de su corazón que no se ha detenido nunca. Ojalá sigamos contando, como ha ocurrido en nuestra historia, con empresarios que han construido parte fundamental de esta sociedad —Julio León es uno de ellos—, ojalá entendamos que además de la épica de la batalla, de la sangre, del martirologio, de la revolución y de la frase “estoy dispuesto a dar mi vida por mi país” en un sentido más bien poético, entendamos que se da la vida por el país todos los días con más ética que épica. La ética del trabajo que Julio León nos ha enseñado a todos es la ética que este país necesita para celebrar el verdadero heroísmo, que es crear riqueza para todos y distribuirla de una manera más justa.

Julio ha escogido pensamientos de personalidades ilustres para ser leídos por todos sus amigos invitados en esta fecha. Retratan una filosofía e interpretación de la vida, la búsqueda de la paz interior. Cuando Julio viaja al Lejano Oriente, no lo hace porque le guste el turismo, sino porque ha descubierto que el equilibrio interior, que la posibilidad de descubrirse a sí mismo, son tan importantes como la creación diaria en su actividad como empresario. Por eso, a sus 90 años Julio León Prado tiene el tesoro más importante que cualquier ser humano puede tener a esa edad: Futuro. Es un hombre con futuro, lo celebro y me alegro mucho de acompañarlo en este día porque sé que ahora mismo ya está mirando al futuro.

Julio León Prado, un gran emprendedor

Desde la izq. Carlos D. Mesa abraza a Julio León Prado, luego de las palabras que pronunció por el 90 cumpleaños del empresario.
Cortesía

(*) El autor es periodista, escritor y expresidente de Bolivia.

 

 

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