La próxima agenda de China
CAMBRIDGE – Hace poco regresé de Beijing, donde pasé una semana dialogando con funcionarios chinos y asistiendo al Foro de Desarrollo de China (CDF por su sigla en inglés), el principal encuentro anual de altos funcionarios y ejecutivos de empresas chinos y extranjeros. El Gobierno chino acababa de dar a conocer su décimo tercer Plan Quinquenal y las autoridades estaban ansiosas por explicar qué significa para el futuro de China.
Si bien el último plan contiene una lista aparentemente interminable de proyectos y objetivos específicos, el nuevo tema principal este año es la “reestructuración del lado de la oferta”, un término que incluye una amplia gama de políticas que apuntan a impulsar el crecimiento económico y los estándares de vida. El término “del lado de la oferta” está destinado a distinguir estas nuevas políticas de las medidas tradicionales del lado de la demanda de dinero fácil y un déficit fiscal ligeramente mayor que ya apuntan a fortalecer la actividad económica.
Un punto que ocupa un lugar preponderante en la lista de políticas del lado de la oferta es el de eliminar parte del exceso de capacidad de las empresas estatales en las industrias de acero y carbón. Esto implica la pérdida de unos cuatro millones de empleos, una cantidad que equivale aproximadamente al 0,5% de la fuerza laboral de China. El plan autoriza un fondo especial para ofrecer asistencia a aquellas personas que sigan desempleadas. Los expertos creen que se necesita un recorte de personal mucho mayor, pero las autoridades empiezan a paso lento para ver cuáles son los resultados y monitorear la respuesta de la población.
China también trasladará a millones de personas de zonas agrícolas de baja productividad a decenas de ciudades nuevas, junto con planes ambiciosos de construir 50 aeropuertos nuevos y miles de kilómetros de nuevos caminos y vías férreas. Las autoridades también promocionan el proyecto “Un cinturón y un camino”, que utilizará la asistencia financiera y los recursos chinos para desarrollar puertos, vías férreas y autopistas que comuniquen a China con otras partes de Asia, Asia central y potencialmente Europa. El objetivo de política exterior es expandir la influencia china dentro y fuera de la región. También ofrecerá una oportunidad para exportar parte de la capacidad industrial excesiva de China.
Es más, las autoridades pretenden estimular la innovación a través de la investigación y el desarrollo, inclusive reduciendo las tasas impositivas para las firmas de alta tecnología. La reforma impositiva también extenderá el impuesto al valor agregado de China al sector de servicios. Y las reformas financieras eliminarán los límites de las tasas de interés que los bancos pueden pagar por los depósitos y cobrar por los préstamos.
Al mismo tiempo, existe una confusión importante respecto del nuevo régimen de tipo de cambio de China. En los últimos años, la caída del renminbi en relación al dólar ha generado quejas de parte de empresas norteamericanas que compiten con productos chinos. Pero el renminbi también se ha fortalecido un 25% en relación a las monedas de otros países avanzados desde 2010. Las autoridades prometen permitir que el mercado determine el tipo de cambio y sostienen que no hay motivos para una caída sostenida.
Las políticas para mejorar el medio ambiente también están al tope de la agenda del Gobierno para los próximos cinco años. La población está ansiosa porque el aire, los ríos y la tierra sean más limpios. Para lograrlo, el Gobierno adoptará nuevas regulaciones y creará “bonos verdes” para financiar la descontaminación y las fuentes de energía con bajas emisiones de carbono. Se está alentando a las fábricas de autos chinas a producir vehículos híbridos, y el Gobierno está advirtiendo a los fabricantes de autos extranjeros que tomará medidas para reducir su participación de mercado si no acatan las normas.
Mejorar la calidad de vida también exige promover la calidad de los productos que los consumidores chinos pueden comprar. Un ministro de gobierno en el CDF observó que un millón de turistas chinos que viajaron al exterior el año pasado usaron sus tarjetas de crédito para comprar aproximadamente 1.000 millones de dólares de productos que no pueden conseguir en su país (a la vez que destacó la ironía de que algunos de esos productos de marcas europeas y estadounidenses, en verdad, se fabrican en China).
China sigue siendo un país de ingresos bajos, con un PIB per capita de apenas 14.000 dólares, aproximadamente la cuarta parte que en Estados Unidos. Si bien Beijing y Shanghái son relativamente prósperas, todavía existe mucha pobreza. Es revelador que para alcanzar el objetivo del Plan Quinquenal de eliminar la pobreza en 2020, lo que requiere reducir la cantidad de gente pobre en 55 millones, la línea de pobreza está definida en apenas 354 dólares por año, o menos de un dólar por día.
El alto nivel de endeudamiento de las corporaciones chinas podría ser una causa de inestabilidad financiera, aunque varios funcionarios destacaron que no estaban preocupados. Datos del Gobierno muestran que el ratio de préstamos bancarios y PIB es alrededor del doble que en Estados Unidos. Más preocupante es el hecho de que el porcentaje de préstamos en situación de mora puede ser peligrosamente alto.
Lo que no se discutió en el CDF son las principales medidas enérgicas contra la corrupción de alto nivel que está implementando el presidente Xi Jinping y que, para muchos, impide la toma de decisiones económicas y desacelera el crecimiento del PIB. Tampoco hubo ninguna discusión en torno a la preocupación generalizada por un giro ideológico hacia la izquierda que podría amenazar los derechos de propiedad y llevar a una fuga de capital en tanto los individuos buscan proteger su riqueza.
Pero si bien China sigue siendo un rompecabezas complicado, las autoridades, claramente, pretenden implementar reformas promercado destinadas a producir un crecimiento anual real del 6,5% o más durante los próximos cinco años, lo que llevaría a duplicar el ingreso per capita real en 2020, algo que el Partido Comunista Chino exigió en 2010. Si no se cumple ese objetivo, no será por una falta de esfuerzo de parte del Gobierno chino.
El autor es profesor de Economía en la Universidad de Harvard.
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