Respeto a la democracia (con “a”)
El respeto a la democracia se ha convertido en un lema en los últimos meses en algunos sectores en Bolivia, en sentido de que se respete el resultado del voto en el referéndum, en sentido de que se deje a los partidos inscribir a militantes en cualquier zona del país, en sentido de que no se agreda a un periodista por tener una postura contraria; sin embargo, poco se dice sobre la participación de las mujeres.
Sin una participación real de las mujeres, como votantes, como militantes y como candidatas, tampoco hay democracia, señores. ¿Dónde están las candidatas?
Es cierto que muchas de las mujeres que ejercen o ejercieron de ministras o son parlamentarias pareciera que cumplen una función de florero, que son “levantamanos” a la hora de votar, que no tienen opinión ni voz propia, que están puestas allí para cumplir el cupo femenino, el cupo indígena, el cupo de pobreza.
Hay quienes rechazan esos cupos para las mujeres. Hay hombres que los rechazan por machos, por miedo a que les quiten el puesto, ya que hay pocos para repartir, y porque se meten con quien consideran más débil; y hay mujeres, también feministas, que rechazan esos cupos porque no quieren que haya representantes femeninas en calidad de marionetas.
También se dice que así pues es fácil, que las mujeres no se lo ganan y que no es justo; quien lo dice, no toma en cuenta que las condiciones sociales para las mujeres no son iguales, que desde que nacen los hombres tienen ventaja y que por ello esa obligatoriedad es una forma de equilibrar las condiciones.
Yo estoy de acuerdo con que haya obligatoriedad de un mínimo de participación de mujeres en todos los niveles, con las listas cremallera (intercalados por sexo y comenzando con mujeres) en las candidaturas parlamentarias, en el Gabinete Ministerial y en los mandos intermedios de los partidos y posteriormente en el gobierno. Hoy no hay condiciones para decir que es igualitaria la competencia entre hombres y mujeres por ocupar un lugar de poder en un partido político.
Las mujeres que hoy son figuras representativas en la vida política boliviana lo son, evidentemente, porque se lo han ganado y lo hicieron venciendo oposiciones, zancadillas y golpes habituales en estas lides, pero también y especialmente venciendo todas las trabas de género que existen, trabas sexistas de distinto peso e intensidad, pero siempre presentes. Algunas han muerto en el intento y aún hoy no encuentran justicia.
Es posible, además, que algunas mujeres que hoy ocupan cargos relevantes en alguno de los poderes del estado se mantengan invisibles, no por falta de capacidad en el puesto sino porque a las mujeres la figuración, el salir a la palestra, el hablar ante el público no siempre ha sido su fuerte debido a las agresiones, las burlas, los menosprecios que en ese espacio tradicionalmente han sufrido. Quien sabe no sean tan florero, que trabajen mucho y otros (con “o”) se lleven los méritos, porque los fracasos ya se los pueden quedar ellas.
El espacio público ha sido copado por los hombres desde hace siglos y que una mujer aparezca allí es sancionado. Los medios cumplen también una función en ello y generalmente optan por entrevistar, visibilizar, más a un hombre que a una mujer, tal como lo demuestran innumerables monitoreos realizados a nivel global y local. Por ello, la normalización de la presencia de mujeres en espacios de poder es necesaria, así como que ellas asuman también el rol que tienen.
Hoy, que ha comenzado la carrera electoral boliviana, sólo aparecen hombres en escena, además, son los mismos de siempre. Si alguna tiene algún peso, a lo mucho que se conforme con una alcaldía porque la presidencia es para quien manda. Si alguna es contestona, con voz propia, queda marginada o expulsada del partido.
Quien defiende hoy la democracia no es demócrata de verdad si no busca, si no ofrece, si no vota a candidatas mujeres. Que haya mujeres no garantiza que sea un mejor gobierno, pero hace que sea un sistema más democrático.
La autora es periodista.
Twitter: @DrinaErgueta
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