ABC y Bolivia
En 1879, llegaron a La Paz por telégrafo, desde Arica, Perú, las noticias del arribo de barcos y las tropas chilenas que ocuparon Antofagasta. Bolivia abundaba en guano, salitre y peones “rotos”. Hacía 10 años del primer tren transcontinental en EEUU que vinculaba casi 4.000 km del Atlántico al Pacífico.
Sea como fuera, me alegró saber que el 30 de octubre de 2018 certificaron la categorización internacional de los puertos Jennifer, Aguirre y Gravetal que dan acceso al Atlántico por la hidrovía Paraguay-Paraná. El prorroguista Evo Morales, en anticonstitucional campaña re-re-re-eleccionaria, anunció además la posibilidad de una inversión corta de unos 250 millones de dólares en Puerto Busch. No conozco de héroe nacional “Jennefer” o “Jenifer”, así que debe ser la hija de algún capo.
Ver para creer. Hubo satélite de más de 300 millones de dólares, pero apuesto que el millardo y medio (1.500 millones de verdes), que costaría Puerto Busch serán para las calendas griegas, que significa para nunca, a menos que interese a algún millonario con vena ideológica afín. Porque el ABC al que me refiero no es del jefazo que de un plumazo hizo desaparecer el analfabetismo en Bolivia, aunque fuera para garabatear firmas en el estatal Banco Unión. Tampoco hablo de la ABC, la Administradora Boliviana de Carreteras, la misma chola con otra pollera que anuló el brío anticorrupción del Servicio Nacional de Caminos que fuera institucionalizado bajo José María Bakovic.
Hablo del muro, quizá tan iluso como el de Donald Trump, que Argentina, Brasil y Chile (ABC) parecen haber concertado en contra de Bolivia. Es un cerco que tiene aspectos personales. Cómo negar la antipatía por Evo Morales de los nuevos gobernantes, al extremo de que uno, tal vez imbuido del chovinismo chileno después de que La Haya les favoreciera, condicionara cualquier diálogo a la salida del mandatario boliviano. También tiene sesgos ideológicos. Aparte de chicotear al caballo moribundo de Nicolás Maduro, la terquedad de Evo Morales solo ensaña a dar un golpe de gracia a quien pudiera ser un último mohicano de Lula da Silva en Suramérica.
Su idea de “la derecha” lleva a ponderar qué es esa nalga para apalear. Por ahí es “izquierda” de chupa tetillas de Evo Morales, y “derecha” los que piensan diferente. ¿Es uno el machista que alardeaba de que “cuando voy a los pueblos quedan todas las mujeres embarazadas y en sus barrigas dice Evo cumple”? ¿Es izquierdista el que declaró que tuvo un hijo con la Zapata, y derechista cuando lo negó? ¿Qué son los “libre pensadores” y tantos que de a poco se desmarcan de la línea oficialista? No sabía que los japoneses de San Cristóbal y los coreanos de la urea fueran izquierdistas...
La novedad con Argentina es su machacona bonanza en Vaca Muerta, que en un tris le hará potencia mundial en gas y petróleo. Asumamos que en un par de años no habrá mercado allí para el gas natural boliviano. Que venderá a Chile (ojalá que esta vez sin ser sifonado desde Bolivia). Que el Gobierno deje de ganar indulgencias con avemarías ajenas y deje de subsidiar combustibles. Que los incentivos bolivianos se transfieran a productores nacionales de trigo y harina, mejor si potenciados con nutritivos cultivos andinos. Si hay que invertir, pues que sea en puertos uruguayos ventajosos al final de la hidrovía Paraguay-Paraná.
Hoy ni patalear podemos ante un Chile que vive del litoral. Pero pueden desincentivar a traidores que matutean fruta o carros usados de ese país. Prefiero dentífrico en portugués, que al cabo también es industria de transnacional gringa. Si escamotearan los manantiales del Silala, entonces busquen usos opcionales a su agua, ya que los chilenos no querrán pagar por “un derecho humano”, según Evo Morales. Uno podría ser un complejo agroindustrial de camélidos y cultivos andinos, que con riego y techo plástico podría ser una cornucopia con energía eólica. ¡Basta de etnocentrismo altiplánico y centralismo paceño!
Brasil importa 96 por ciento de nuestro gas, dicen. Es a Bolivia lo que la URSS era a Finlandia, algo que no cambiará. Sin embargo, los puertos fluviales “certificados” tienen trabas de tomas de agua y un faro al pasar por casi 300 Km de tierra brasilera, dicen. ¿Qué tal si un Bolsonaro nacionalista impone ajustes al tráfico boliviano, además de que el canal Tamengo sirve solo seis o siete meses del año?
Puerto Busch, con plena soberanía boliviana, es la mejor opción ante puertos hostiles, un Ilo peruano y puertos dependientes en Brasil. Contraten carretera y tren ecológicos de Puerto Suárez a Puerto Busch. De una vez provean energía barata para explotar el Mutún. Construyan un puerto con visión para que sirva una centuria. Metan en chirona a vivillos, así fueran milicos, de barcazas asiáticas y encarguen un centenar más. ¡Ese sí es un megaproyecto boliviano!
El autor es antropólogo
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