Dotado de soberbia y altanería
Ciertas inocultables actitudes del Jefe del Estado llevan al convencimiento de concederse así mismo méritos que no los tiene. Los filósofos describen este apetito desordenado que descansa en la hipertrofia de la excelencia propia, que le arrastra a sentirse el centro de todo, un entusiasmo que lo expresa todo el tiempo resultado de su idolatría personal. Ejemplo cuando habla del ajedrez.
“Soberbia que es vivida como pasión, un afecto excesivo, vehemente, ardoroso que llega a ser tan intenso que nubla la razón”, los psiquiatras lo tienen claro, se da por cierta superioridad manifiesta, que es ensalzada en demasía por quienes llamamos “llunkus” de los que exige un permanente reconocimiento de sus logros o sea “una percepción de la realidad de sí mismo con exceso”.
Soberbia que es arrogancia, que es un falso orgullo y vanidad basado siempre “en el apetito desordenado de la propia valía y superioridad”. Soberbia que se alimenta del halago de los otros, humillar a los otros porque ese condimento es de arrogancia, de altanería y se expresa en el desprecio a los otros, desconsideración, frialdad en el trato y hasta en una insolencia cínica, mordaz, lo está provocando un rechazo frontal, cada vez más acentuado y generalizado.
No se trata de orgullo, que sería perdonable sino de un aire de grandeza extraordinario “es un amor a uno mismo, -afirma Luis Vives- pero en esta caso falto de sustancia, hueco, sin solidez, vanidad que tiene sus raíces en medio de la petulancia y presunción con aire de suficiencia, de engreimiento que lleva a la altanería. O sea, una descripción cabal del Jefe de Estado. Cuando en forma abusiva y prepotente usa del poder para su campaña sin medir gastos dentro ni fuera de Bolivia. Autores como Lasch, Freud y Lipobetsky hablan del interés desmedido de la propia imagen y que los demás aprueben su marcado narcisismo. Los medios abundan en críticas de “abuso del poder”.
Donde hay soberbia, allí habrá ignorancia: más donde hay humildad, habrá sabiduría (Salomón). Ruin arquitecto es la soberbia, los cimientos pone en lo alto y las tejas en los cimientos (Francisco de Quevedo). La soberbia no es grandeza sino hinchazón y lo que está hinchado parece grande, pero no está sano (San Agustín). La prepotencia tiene marcado en la frente un orgullo estúpido (Luis Gabriel Carrillo Navas). Sabias expresiones que quizá expliquen su obstinación por el poder.
El autor es periodista
Columnas de MAURICIO AIRA