Marco Antonio Aramayo, otra víctima del MAS
Marco Antonio Aramayo Caballero era director del Fondo de Desarrollo Indígena Originario Campesino (Fondioc) en 2015, cuando descubrió que autoridades del mismo y dirigentes de la autodenominada “reserva moral de la humanidad” estaban desfalcándolo.
Esperanzado como estaba, de que se vivía un verdadero proceso de cambio, buscó hacer conocer esta situación al expresidente Morales, con quien se reunió en Palacio de Gobierno. A la conclusión de la reunión, Eusebio Gironda, uno de los abogados de Palacio (autor de la apología de Morales titulada Jiliri Irpiri), le dijo que había cometido el grave error de mirar a los ojos al “líder espiritual de los indígenas del mundo”. Éste, encolerizado, determinó que Marco Antonio era un traidor al proceso de cambio y ordenó se lo fulmine con juicios. No quiso admitir que Nemesia Achacollo esté como actora principal del desfalco.
Desde entonces, Marco Antonio enfrentó juicios por doquier, por la supuesta comisión de los mismos delitos que en realidad nunca cometió (incumplimiento de deberes, conducta antieconómica e incumplimiento de contratos), iniciados en varias capitales de departamento y en provincias. No interesa a esta altura precisar si son 256 o 259 juicios abiertos en su contra o sólo 88, como ha manifestado la impostora que ocupa la Defensoría del Pueblo. Que tenga más de 250, como lo han verificado Franco Albarracín y el abogado de Aramayo, Héctor Castellón, pone los pelos de punta. Está detenido preventivamente hace más de siete años.
Fue víctima de torturas de todo tipo, que el ITEI deberá hacer conocer pronto. Ha sido sometido a excesos de violencia, golpes, golpes con objetos contundentes, exposición a agentes químicos mientras era inmovilizado, obligación de desnudarse y varias otras torturas biológicas y psicológicas. Se habla de que habría sido envenenado.
Tomaría un montón de artículos hacer referencia a la vulneración de los derechos de que fue víctima Marco Antonio, en manos de una administración de justicia corrupta, vendida a los gobiernos de turno (durante el gobierno de la señora Áñez la persecución en su contra tampoco cesó) y merecedora del noveno círculo del infierno, como escribió Juan Cristóbal Soruco.
Entretanto, los autores del desfalco, que son autoridades del más alto nivel de los gobiernos del MAS y del Fondioc, como Nemesia Achacollo, que goza de especial protección y consideración del expresidente Morales, y dirigentes campesinos e indígenas como el senador Hilarión Mamani, que inventó un pueblo para sonsacar dinero y ahora, devenido en minero, pretende hacer declarar a la dinamita como patrimonio boliviano, se pasean tranquilos por las calles del país, ejercen cargos diversos y se estornudan en las leyes. Seguramente el que dio la orden disfruta la muerte de Marco Antonio, satisfaciendo su espíritu de odio y venganza; los otros, indiferentes y sinvergüenzas, disfrutan las mieles del poder.
En 2016, Morales dijo que Marco Antonio Aramayo era “doblemente delincuente”, por no haber denunciado en su momento los hechos de corrupción que se gestaban al interior de esa institución, reconociendo que en el Fondioc había problemas. Lo dijo con la arrogancia y la pseudo infalibilidad que ningún Papa de la Iglesia Católica tiene. ¡Precisamente Marco Antonio Aramayo denunció lo que sucedía en el Fondioc y a raíz de eso sufrió lo que sufrió!
En varias ocasiones, abogados del Fondioc le propusieron que se declare culpable, que se le impondría una pena que cumpliría rápidamente. Se negó a hacerlo, porque afirmaba y estaba seguro de no haber cometido nunca ningún delito; tenía la frente en alto y podía mirar a cualquiera a los ojos.
Años ha, en octubre de 2013, murió el ingeniero José María Bakovic, víctima de más de 70 juicios que se le instauraron por orden de Evo Morales. Falleció por los permanentes traslados que debía realizar para asistir a las audiencias que los jueces corruptos señalaban, pese a que sabían sobradamente sus problemas de salud.
Marco Antonio también fue una víctima más de la maquinaria de represión y muerte que puso en funcionamiento el MAS en su proyecto totalitario, con una administración de justicia hedionda a más no poder. Como hace muy poco ha sugerido Alfonso Gumucio, hay que inventariar los nombres de los sinvergüenzas que causaron este dolor a Marco Antonio Aramayo Caballero y a muchas otras personas que, inocentes, están injusta e ilegalmente perseguidas, presas o exiliadas.
Descanse en paz, Marco Antonio. Resignación para su esposa Moraima y sus hijos.
Columnas de CARLOS DERPIC SALAZAR