Bolivia y sus dos amadas suegras
Al contrario de los simples mortales, Bolivia tiene el privilegio de tener dos suegras: la mala y metiche, el Fondo Monetario Internacional (FMI), y la hecha a la buena y disimulada, el Banco Mundial (BM). Ambas surgen después de la Segunda Guerra Mundial, cuando se creó el sistema económico internacional bajo la hegemonía de Estados Unidos. El FMI tenía el objetivo de facilitar las transacciones comerciales y financieras y el BM promover el desarrollo y reconstrucción de las economías. En los 90 adquirieron un papel más protagónico, porque, por una parte, financiaron a los países en vías de desarrollo y, por otra, impusieron lo que en la época se conocía como la condicionalidad cruzada: una serie de reformas estructurales con un fuerte contenido neoliberal.
Debido al fracaso de un tipo de globalización, el surgimiento de fuertes nacionalismos económicos y, finalmente, la pandemia, que terminó de cambiar la estructura de poder económico en el mundo, se cuestionó fuertemente el rol de estos organismos internacionales. Ahora, el sistema económico mundial está en un proceso de cambio profundo. El FMI y el BM enfrentan desafíos de reconversión muy grandes que al parecer no llegaron al Bolivian desk, porque éstos siguen con la cantaleta de los ajustes estructurales de los 90.
En efecto, hace unos días el FMI, después de lanzar algunos elogios a la política económica nacional, le propuso al Gobierno lanzar una bomba neoliberal en el paraíso económico revolucionario como forma de resolver los graves problemas fiscales, el atraso cambial y otros problemas de la economía boliviana.
Por supuesto, la Nomenklatura del poder sacó a relucir su antiimperialismo recién lustrado por la propaganda y mandó al quinto de los infiernos a la señorona del FMI.
Después recibió muy educadamente a la segunda madre, el BM, obviamente en búsqueda de su plata. Esta veteca fue más cariñosa y le mando besitos más dulzones al modelo económico. La administración nacional abrió agradecida sus lindos ojitos y pestañeó como Clarabella. Y suspiró sentidamente: “lo estamos haciendo maravillosamente, no lo decimos nosotros, hasta las suegras internacionales lo reconocen. Sátrapas opinadores aprendan a postrarse frente a nuestro modelo”.
Pero en algo coinciden las dos suegritas: el crecimiento económico este año estará en torno de 4% y al año, en 2023, el crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) estará en torno del 3%. Ambas proyecciones contrarían al aplicado y elogiado yerno. Pero el pimpollo nacional sabe que a pesar de las poses de gallito revolucionario necesita de los recursos financieros frescos de estos organismos internacionales porque está raspando la olla.
Dados los problemas fiscales y las necesidades de financiamiento, en especial para la inversión pública, el Gobierno busca endeudarse. En la actualidad, la deuda externa representaría el 28% del PIB y de acuerdo con parámetros internacionales de solvencia financiera podrían endeudarse hasta un 50% del PIB sin problemas. Esto significa algo como 8.000 millones de dólares de préstamos que le permitirían seguir empujando con la barriga el crecimiento económico y la estabilidad.
Según el Banco Central de Bolivia (BCB), a diciembre de 2021, Bolivia les debe a los organismos multilaterales 8.699 millones de dólares, que representan el 68,5% del total. La deuda bilateral con países es de 1.904 millones de verdes. A quien más le debemos es a los chinos. La deuda con mercados privados internacionales es de 2.000 millones de dólares. Total: 12.697 millones de dólares o el 31,2% a diciembre de 2021.
Ciertamente, las mejores opciones de financiamiento son los organismos multilaterales. De hecho, el Gobierno ha contratado en las últimas semanas 400 millones de dólares de dinero de la Corporación Andina de Fomento y estarían en espera de la aprobación de otros 1.200 millones de dólares de otros organismos supranacionales. Es en este contexto que se entiende el acercamiento a la suegra menos mala, aunque ésta, el BM, tiene menos plata. La suegra FMI podría darnos big money, hasta unos 3.000 millones de dólares, pero la señora nos apretaría las guindas en términos fiscales.
El endeudamiento en mercados privados está más difícil, el dinero está muy caro. La mejor opción de créditos bilaterales es con los chinos, pero son préstamos de proveedores. Viene la plata, pero debes contratar sus empresas y comprar sus maquinarias. Es el caso de la infraestructura caminera. Así que, desde una perspectiva pragmática, debíamos acercarnos más a nuestras dos amadas suegras y negociar duro. Ellas también han cambiado, así lo muestra la relación con el yerno díscolo que es la Argentina.
PD.- Aclaro a la opinión pública que mi suegra es una santa.
Columnas de GONZALO CHÁVEZ Á.