Elon Musk, de héroe con SpaceX a villano en Twitter: el año frenético del magnate
Ismael Marinero
El Español
Para Elon Musk es difícil estar a la altura de Elon Musk. El hasta hace poco hombre más rico del mundo, con una fortuna valorada en 160.000 millones de euros, genera una inagotable y constante vorágine de noticias, controversias y excesos. El problema es que cada vez es más difícil separar el Musk “bueno” del “malo”, el chispazo genial del desatino mayúsculo, en una espiral descendente que amenaza con hundir un emporio tecnológico y empresarial labrado desde hace más de 25 años
El particular annus horribilis de Musk empezó con el tira y afloja de la compra de Twitter, a la que finalmente se vio obligado a pocos días del inicio de un juicio en el que tenía todas las de perder. Su estrambótica aparición en las oficinas de la compañía con un lavabo fue una señal: había llegado para derribarlo todo y, por el camino, parece estar derribándose a sí mismo. Pero meses antes ya estaba dando señales de que algo se estaba torciendo: empezó a proponer peculiares soluciones a la guerra de Ucrania y protagonizó más de un encontronazo con las autoridades ucranianas por su supuesta equidistancia en el conflicto.
Ahora Musk, con un ego del mismo tamaño que su cuenta corriente, se enfrenta al más difícil todavía: cómo sortear la pérdida de valor de empresas como Tesla o SpaceX por su deriva de los últimos meses en Twitter. Su trayectoria reciente no había estado exenta de algún que otro desliz, sobre todo relacionado con augurios y promesas incumplidas, pero su manera de aplicar la economía a escala en Tesla y SpaceX lo habían convertido en una especie de Henry Ford moderno. Un gurú tecnológico y empresarial que, como apunta John Naughton en The Guardian, parece un personaje como el doctor Jeckyll y Mr. Hyde. “Como jefe de Twitter, Hyde va ganando”.
Todo parecía ir sobre ruedas para el magnate de origen sudafricano, hasta que su compulsión tuitera se le fue de las manos: una factura de 44.000 millones de dólares, despidos masivos, amenazas directas a empleados, anunciantes y competidores, sumados a una manera muy particular de entender la libertad de expresión, son los síntomas de un futuro cada vez más incierto. Cada paso que da Musk parece una nueva zancada hacia el precipicio.
¿Héroe o villano?
La imagen de Elon Musk queda ahora lejos de la de superhéroe nerd de los negocios y se acerca cada vez más a la de un supervillano borracho de megalomanía, una caricatura de sí mismo digna de Silicon Valley, la brillante serie de HBO que parodia el sector tecnológico. Pero tampoco hay que olvidar sus logros, ni la aportación de sus empresas a la revolución de los coches eléctricos y la exploración espacial.
“Estamos hablando sin duda de uno de los grandes genios de la humanidad, un tipo que ha sido capaz de cambiar industrias de una manera increíble”, señaló Omicrono Enrique Dans, profesor de Innovación y Tecnología en IE Business School y autor de libros como Viviendo en el futuro. “Este año ha mostrado la otra cara, la de alguien que ha creído que lo puede arreglar todo a su manera. ‘Como soy un gran usuario de Twitter y no me gusta cómo funciona, lo voy a arreglar’, debió pensar. Y a lo mejor lo consigue, pero ahora mismo no parece que vaya a lograrlo”.
Pese a todo lo que está ocurriendo, Musk sigue teniendo una base muy fiel de fans incondicionales, que lo idolatran como a un mesías tecnológico. “Elon Musk tiene el mayor altavoz de Internet, cultivado desde Twitter de forma natural, aunque esa no fuera su primera intención”, afirma Alex Barredo, experto en tecnología y presentador del podcast ELON, que analiza con detalle el trabajo del magnate semana a semana.
“La idolatría que genera emana de sus narrativas”, prosigue Barredo. “‘Voy a salvar el mundo de las petroleras’, ‘voy a conseguir llevar a humanos a Marte’, ‘voy a curar a los parapléjicos’ o ‘voy a eliminar los atascos’ son fantasías de cualquier persona. Que alguien afirme no solo conseguir una, sino varias, atrae”. Y tanto: su cuenta en Twitter tiene más de 120 millones de seguidores, sólo por detrás de la de Barack Obama.
Este mismo tipo de mensajes y la manera que tiene de expresarlos, ya sea desde la burla, la amenaza, el meme o el enfrentamiento directo, también están creando un profundo rechazo, que puede llegar a convertirse en un serio problema de relaciones públicas cuando afecta a clientes, anunciantes, socios y accionistas de sus empresas. Ese odio crece además “cuando se mira con un análisis a largo plazo y continuado de sus fallos, agujeros y mentiras. Es decir, lo mismo que crea el amor, crea el odio”, sentencia Barredo.
El gran caos de Twitter
Desde su llegada definitiva a Twitter como CEO de la empresa, Musk ha acaparado todos los focos. Él es el protagonista absoluto de las noticias, desmentidos y despropósitos que están provocando un éxodo de usuarios y anunciantes y lo alejan cada vez más de su imagen de infalible tiburón de los negocios.
Empezó su andadura en la red social del pájaro azul despidiendo sin contemplaciones a la mitad de la plantilla de la empresa, cerca de 3.700 personas. Poco después, lanzó un ultimátum a la otra mitad, que debían aceptar unas condiciones abusivas si querían quedarse. Tampoco faltaron los despidos fulminantes de quienes se atrevieron a llevarle la contraria públicamente en Twitter o la instalación en las oficinas de camas para someter a sus empleados al estajanovismo más desatado.
Quizá por eso ahora le cuesta encontrar un CEO “lo suficientemente tonto” que le sustituya, porque la mayoría de ejecutivos han sido despedidos o han renunciado en los últimos meses. Si la falta de directivos es preocupante, la de los trabajadores encargados de la moderación de contenidos es aún peor. Además, varios desarrolladores han explicado que el algoritmo de Twitter empezará a fallar en breve ante la falta de programadores que revisen y ‘pulan’ el código, sometido a constantes novedades y pruebas. Son fallos que ya se han dejado notar, entre otras cosas, con la publicación masiva de contenido audiovisual protegido en forma de series y películas completas en la plataforma.
Más suscriptores
La prioridad absoluta del magnate, acuciado por los préstamos solicitados para la adquisición de la red social, es generar ingresos. Para ello, necesita convertir a la mayor cantidad posible de usuarios de Twitter en suscriptores de pago. Pero la suscripción, conocida como Twitter Blue, ha estado envuelta en constantes rectificaciones, lo que ha provocado una confusión todavía sin resolver.
El hecho de haberle puesto precio al verificado (8 dólares en la versión web, 11 en el caso de los usuarios de iPhone para no perder dinero con las tasas de la App Store) provocó una cascada constante de cuentas falsas supuestamente verificadas y la suplantación de identidad de grandes cuentas. Luego han llegado la etiqueta ‘oficial’, las insignias de colores y las fotos de perfil cuadradas para las empresas, pero la sensación es de improvisación absoluta.
Lo más grave de este turbulento periodo de Musk, en el que ha hecho y deshecho a su antojo como CEO de Twitter, ha estado relacionado con su particular manera de entender la libertad de expresión. Ahí se ha apoyado en las encuestas de Twitter, una paradoja teniendo en cuenta sus denuncias previas sobre los bots que inundan la red social. Las ha utilizado, por ejemplo, para llevar a cabo una amnistía cuentas suspendidas por incumplir las reglas de Twitter, entre ellas la del mismísimo Donald Trump. Pero también para proponer un referéndum sobre su propia permanencia al frente de la compañía, que se saldó con 17,5 millones de votos y un 57,5% a favor de su renuncia.
Musk fue más allá e implantó la censura de la manera más arbitraria posible. Incumplió su promesa suspendiendo la cuenta Elonjet, que seguía los viajes de su jet privado, y también las de periodistas de grandes medios de comunicación que informaban sobre él. Una nueva encuesta les sirvió de indulto, pero la credibilidad y la imagen de Twitter se resienten con cada uno de estos volantazos.
Pidió perdón
El magnate dejó lo mejor para el final: durante la final del Mundial de Qatar, en la que el propio Musk estuvo presente junto al yerno de Donald Trump, Twitter anunció que eliminaría las cuentas y enlaces que promocionen otras redes sociales como Facebook, Instagram o Mastodon. Las reacciones fueron inmediatas, incluido una advertencia de la Unión Europea, por lo que se vio obligado a dar marcha atrás e incluso pedir perdón.
Su imagen ha salido tan dañada de los últimos meses que ha acabado abucheado en un show del cómico Dave Chappelle. Algo que parecía imposible hace sólo unos meses, pero que puede marcar su futuro y el de sus compañías. Mientras busca a su sustituto al frente de Twitter, la duda es si podrá volver a ser el doctor Elon o tendremos a Mr. Musk para rato.