El río Rocha, un riesgo para la salud que podría recuperarse en 20 años
En las tres últimas décadas, el río Rocha se ha convertido en un peligro para la salud de los cochabambinos, debido a la elevada contaminación del agua y porque los productores del valle central y bajo la usan para regar sus cultivos.
El crecimiento poblacional y la descarga de aguas residuales domésticas e industriales a lo largo de su trayecto aceleraron el deterioro del afluente, mientras los planes para recuperarlo avanzan lentamente y los resultados recién podrían verse en los próximos 20 años.
La docente e investigadora del Centro de Aguas y Saneamiento Ambiental (CASA) de la UMSS, Ana María Romero, dijo que se identificaron dos tipos de riesgo por el uso de agua para la producción de hortalizas, verduras y forraje para el ganado lechero.
Explicó que, en el caso de los agricultores, el riesgo es directo porque manipulan el agua residual con “elevada contaminación microbiológica”, bacterias, virus, parásitos y sustancias químicas.
“El otro riesgo que se presenta es debido al uso de estas aguas para el riego de diferentes tipos de plantas, las más peligrosas son las de tallo corto porque se consumen sin cocción, por ejemplo, las lechugas y las cebollas”, mencionó.
Inicios
La Universidad Mayor de San Simón (UMSS), a través de estudios realizados por CASA, detectó que la calidad del agua del río comenzó a deteriorarse en 1980 por la carga orgánica.
Romero comentó que, en esa época, en Sacaba, los niveles de contaminación eran mínimos. En tanto, en la ciudad de Cochabamba ya se habían reportado niveles altos hasta parte del municipio de Quillacollo.
“Posteriormente, con el ingreso de otros afluentes se observaba una dilución de las aguas y llegaban al sector de Capinota con buen flujo y una calidad mejorada, inclusive en ese entonces se podría observar la presencia de peces, pero a medida que fue transcurriendo el tiempo la contaminación se acrecentó”, dijo.
La investigadora precisó que la descarga de aguas residuales por faenadoras de pollos, cerdos, curtiembres y otras industrias agudiza la contaminación del río.
“La carga orgánica es muy alta, estamos hablando de 500 a 600 VO o más. Esto quiere decir que no hay oxígeno disuelto en el agua, lo que hace que tengamos procesos anaeróbicos que generan gases nauseabundos y eso es lo que percibimos, es como tener una cloaca totalmente abierta”, subrayó.
Respecto a los avances para descontaminar el afluente, Romero sostuvo que, si bien la Gobernación, en coordinación con los municipios de la región metropolitana, planificó la construcción de 11 plantas de tratamiento, a la fecha, sólo se implementaron dos.
El director del CASA, Álvaro Mercado, agregó que el emplazamiento de plantas trae consigo otros desafíos, como los costos de operación y funcionamiento.
“Hay resistencia de la población a pagar, en los municipios donde hay plantas de aguas residuales el agua potable subvenciona el tratamiento. Eso no es suficiente y va en desmedro de la empresa que se hace cargo y de los vecinos”, complementó.
JICA
La Agencia de Cooperación Internacional del Japón (JICA) impulsa campañas de educación ambiental para sensibilizar a diferentes sectores y analizar soluciones frente a la contaminación de la cuenca del Rocha. Una de las técnicas que se emplea para generar conciencia sobre los problemas que aquejan al río es el monitoreo participativo de la calidad del agua.
El director representante residente de JICA, Keisuke ITO, explicó que las campañas, generalmente, están destinadas a los niños y los jóvenes de escuelas que están a pocos metros de los afluentes que descargan al río Rocha sus aguas.
Aseveró que la recuperación podría demorar hasta 20 años con base en la experiencia que se tiene en similares circunstancias en ríos del Japón, donde la primera década se priorizó la educación ambiental y, posteriormente, la aplicación de tecnología para tratar las aguas servidas.