Judith Carmona: “La música me da vida, no podría despegarme de ella”
La voz de Judith Silvia Carmona se oye cada domingo en las misas de la Catedral. Su canto se entremezcla con el sonido del órgano, es estridente, resuena en toda la infraestructura del templo.
Su labor en la iglesia comenzó hace más de 20 años, cuando las misas eran celebradas por el monseñor Tito Solari. Desde entonces ocupó un lugar muy importante en el templo y aseguró que continuará hasta que “Dios se lo permita”.
“La música me da vida, no podría despegarme de ella. No necesito estar en grandes teatros o escenarios. Estoy en este rincón sirviendo para el mejor de mis públicos, Dios”, expresa.
Sus dedos se desplazan con destreza sobre un órgano eléctrico de marca Electone que fue donado hace varios años por una persona anónima. Desde su lugar, al costado izquierdo del altar, acompaña ahora al arzobispo Oscar Aparicio durante las misas.
Formación
Su viaje en la música comenzó hace 61 años, cuanto tenía ocho. Sus primeros conocimientos fueron en el Instituto Eduardo Laredo, su primera maestra fue Amalia Mesa, aún recuerda sus clases. Una vez concluido su bachillerato estudió en la normal de Sucre. A su retorno, pasó clases con Mario Estensoro, un destacado intérprete a quien Judith considera uno de los mejores.
Carmona volvió al Laredo, pero como profesora, desde 1977, y por sus aulas pasaron centenares de estudiantes. Dicta canto, educación de la voz y dirección coral.
Sus cuatro hijos también se formaron musicalmente en el Laredo, aunque ahora se dedicaron a otra de sus pasiones. En la actualidad dirigen una academia de danza jazz que lleva el nombre de su esposo y destacado formador en la danza, Walter Albarracín, quien en vida fue un gran bailarín, coreógrafo y maestro de nuevas generaciones.