Los sueños e intervenciones para mejorar la laguna datan de hace casi 100 años
Las más antiguas descripciones del valle de Cochabamba incluyen referencias a la laguna Alalay. Su origen se remonta a miles de años, ya que se trata de un área donde se acumulan y sedimentan las aguas de su entorno. Tiene una profundidad reducida y un flujo lento de aguas por lo que su base está formada por lodo con mucha materia orgánica.
En los años 1930 se apeló a la fuerza laboral de los prisioneros paraguayos para dragarla y abrir el túnel del Abra que permitiera desviar aguas del río Rocha y controlar un poco sus crecidas, que causaban inundaciones muy dañinas. A fines de los 1940, se creó un comité que propuso recuperarla con fines ambientales, recreativos y comerciales.
Por entonces la describían como “un gran campo de hierbas con pequeños claros de agua, rodeado de oteros rojizos, desolados y orillas casi estériles de tierras arcillosas”.
Pero siempre se reconoció su enorme importancia ambiental por cobijar peces y aves y humedecer el valle. “La sola limpieza -decía el Comité Pro Alalay de 1948- dejará que cursen sus aguas botes de vela, de remo, de propulsión interna, de pescadores, de nadadores, de bañistas (y hasta) un muelle para los hidroaviones y anfibios” que conectarían al Chapare con el mercado de ventas (La Cancha).
A medida que la ciudad creció, la laguna fue quedando rodeada de viviendas y talleres y aumentó su deterioro con el vertido de aguas servidas y desechos industriales. Esto no se ha eliminado del todo.
Con la vigencia del Plano Regulador de 1961 se acotaron sus bordes Norte y Oeste, lo que permitió mantener el agua pero reducir la superficie, eliminando playas de lodo.
Lentamente, ese antiguo pantano se ha ido transformando en un parque urbano que atrae vida silvestre y deportistas. Hay que esperar a que la actual limpieza tenga éxito.