Desolación, destrucción y descuido: la historia detrás del desastre en Laquiña
Para Lisbeth Santana, de 23 años, Laquiña se ha convertido en sinónimo de pérdida y lucha. A dos semanas del desastre, su hogar sigue sepultado por una avalancha de barro y piedras, mientras ella y sus familiares se refugian en la casa de un pariente, se endeudan y se dan modos para alimentar a los 15 mil pollos que han sobrevivido a la tragedia que devastó su comunidad.
Relató que, aunque a escasos metros de los dos galpones que albergan a las aves hay un depósito con toneladas de maíz y sorgo, la falta de maquinaria y el lodo impiden el traslado de los alimentos.
“Nosotros podemos esperar, aguantar el hambre y la sed, pero nuestros pollos no pueden. Si no les surtimos de alimento y agua, van a empezar a morir. Por favor, a las autoridades pedimos que nos manden maquinaria”, dijo.
Drama
El clamor de Lisbeth es similar al de otros 29 damnificados, que permanecen en alerta y vigilia esperando a que pase la época de lluvias para intentar recuperar aunque sea un lote para sembrar.
Laquiña se encuentra en el municipio de Sacaba, a 24 kilómetros y 35 minutos de viaje de la ciudad de Cochabamba. La comunidad pertenece a los distritos rurales de Ucuchi y Chiñata.
Santana contó que vive en Laquiña desde hace ocho años y que la riada enterró parte de sus sueños y el patrimonio de su familia.
“El día de la riada, nosotros estábamos visitamos a mi mamá, que estaba en el hospital, y, al volver, nos enteramos de que estaba viniendo una mazamorra a la granja. Cuando llegamos, ya estaba todo enterrado por el lodo. No pudimos hacer nada. Hemos perdido todas nuestras pertenencias”, afirmó.
La comunaria mencionó que el lodo enterró por completo un galpón con 5 mil pollos en su interior , las vivienda de sus padres y de una de sus hermanas y todas sus pertenencias, por lo que en este momento no tiene ni una cocina ni otros enseres para preparar un almuerzo.
Otra dificultad con la que los damnificados lidian a diario es falta de agua para consumo, debido a que la mazamorra sepultó los pozos y las tuberías.
Las carencias, las necesidades y las responsabilidades para atender con alimentación a los operadores de maquinaria pesada están dividiendo y ocasionando problemas en la distribución de ayuda, según los testimonios de los mismos afectados.
Era un paraíso
Casto Ríos, otro de poblador afectado por la riada, dijo que, antes del desastre, Laquiña era un paraíso verde con estanques y sembradíos de papa, maíz y árboles frutales. “Era un paraíso, pero ahora se ha quedado como una playa desierta. Ya no hay caso de vivir, los terrenos están llenos de lama”, afirmó.
Comentó que el lodo sepultó el trabajo de años y los 10 mil dólares que invirtió en los predios para habilitar viveros.
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“Debo al banco, estaba haciendo mis viveros, pero ahora el río Tutimayu está pasando por mi terreno, tendré que buscarme otro lugar”, añadió.
Casto sostuvo que en los más de 50 años que vive en el lugar no hubo una riada similar a la última que se registró por la ruptura de los diques de dos lagunas en la parte alta.
Anhelo
La esperanza de que en unos meses se pueda habilitar una zona para cultivar tras el encauce del río llevó a 13 personas damnificadas a ocupar una cabaña e improvisar una albergue, donde descansan, cocinan y almacenan sus pertenencias. En los precarios ambientes también están cobijados siete perros y gatos rescatados.
Teresa Ramírez Trigo, otra damnificada, aseveró que, como pobladores de Laquiña Baja, se organizaron para cocinar y trasladar ocho raciones de almuerzo a los operadores de la maquinaria
“He perdido mis sembradíos que ya estaban para cosechar. Todo está bajo cuatro metros de lodo por lo menos en mi casa. Ahora nos estamos turnando para cocinar y llevar la comida. No es fácil, hay que ir a dar toda una vuelta”, subrayó.
“Vengo desde Quintanilla, tengo que salir a las seis de la madrugada y me quedo casi todo el día. Llevar la comida es toda una odisea porque hay que ir por el barro y saltando de piedra en piedra. Como no tenemos carne o verduras, nos acotamos para esos gastos”, complementó.
En tanto, Franklin Solís , delegado de tráfico y vialidad de los afectados, señaló que la preocupación aumenta, luego de que en pasados días la cantidad de maquinaria que hace el dragado del río se redujo.
La presencia del lodo y el aumento del caudal del río todavía mantienen en vilo a los damnificados, quienes se encuentran atemorizados después de lo ocurrido y piden a las autoridades de los tres niveles del Estado agilizar la entrega de ayuda, gestionar fondos para estabilizar la cuenca e intervenir las dos lagunas que colapsaron en las alturas.