Aporte de Bernardo Ellefsen a la historia
Bernardo Ellefsen, antropólogo e historiador, catedrático de la Universidad Mayor de San Simón durante varias décadas, especializado en el estudio del periodo prehispánico, es autor de varios libros con títulos tales como “La dominación incaica en Cochabamba”, “Orejones y trasquilados”, “Matrimonio y sexo en el incario”, “Wiracocha” (novela respecto a la época de uno de los Incas), “Estudios incaicos” (que trata de administración de justicia, delitos predominantes, ejército, juegos infantiles y deportivos, hábitos y costumbres). Recientemente publicó un nuevo libro, “Etnias andinas de Bolivia en el periodo incaico”, que constituye un aporte adicional a su ya valiosa contribución anterior.
En su primera fase, expuesta en el Capítulo I (La conquista incaica), brinda noticia en sentido de que en el siglo XIII los soberanos collas (“sapanas”), cuya capital se encontraba en Puno, y gobernaron sobre etnias diversas en territorios comprendidos por el sur desde Chichas, Lípez y Atacama hasta Arequipa y el mismo Cusco por el norte, con predominio del aymara sobre el quechua, fueron mas poderosos que los soberanos del Imperio incaico.
Cabe comentar que en lo que atañe al departamento de Cochabamba, ello explica la supervivencia del aymara en la toponimia de la región (Achamoco, Anocaraire, Arocagua, Asirumarca, Ayopaya, Cala-Cala, Cantumarca, Cocaraya, Colcapirhua, Coña-Coña, Cursani, Challa, Charapaya, Chilimarca, Chiquicollo, Choquecamata, Huañacota, Quillacollo, Viloma).
Por las investigaciones efectuadas, basadas en abundante documentación prolijamente citada, el autor concluye que el soberano cusqueño que logró derrotar al último “sapana” colla, en la mitad del siglo XV, y fue iniciador de la conquista del Collao que comprendía determinados territorios de las actuales repúblicas del Perú, Bolivia, Argentina y Chile, fue Wiracocha Inca a quien reputa como verdadero fundador del Imperio incaico. Informa que desde entonces en el territorio del Collasuyo cada uno de los nuevos gobernantes fue identificado como “sapana inca”.
Al respecto, se entiende en consecuencia que los antecesores de Wiracoca Inca (Manco Capac, Sinchi Roca, Lloque Yupanqui, Mayta Capac, Capac Yupanqui, Inca Roca y Yahuar Huacac) no fueron propiamente soberanos del Imperio incaico, y que, a quienes estuvo sometido el después denominado Collasuyo, fue a sus sucesores (Pachacutec Inca, Inca Yupanqui, Túpac Yupanqui, Huayna Kapac, Huáscar y Atahuallpa).
En el segundo capítulo (Las etnias altoperuanas), proporciona con detalles minuciosos amplia información al respecto por áreas temáticas que comprenden Etnias de Puno (Charcas, Caracaras, Chichas, Lípez, Atacamas, Quillacas, Asanaques, Aullagas, Uruquillas, Carangas, Challacollos, Sora); Etnias de los Valles (Tomatas, Yamparas, Cotas, Chuyes, Churumatas, Moyos); Etnias del Collao (Collas, Lupacas, Omasuyos, Pacajes, Quirwas, Larecajas, Kallawayas, Caracollos, Kapillu, Chipayas).
El tercer capítulo (Mitmas), tomando como punto de partida la expresión quechua “mitma” (también “mitimaes” o “mitmaqkuna”) que significa “destierro”, hace referencia a la modalidad de trasplante de familias e inclusive de comunidades enteras de regiones leales al Imperio incaico de habla quechua a las de habla aymara y viceversa con fines de colonización y mutua adaptación.
Se sabe, aunque en esa parte Ellefsen no lo dice, que la “mita” (turno de trabajo o servicio), fue impuesta a partir de entonces por los quechuas a los aymaras bajo régimen de trabajos forzados. Sección es esa que trata de las zonas de la actual Bolivia de habla quechua (Chuquisaca, Cochabamba).
Siendo por tanto ese el origen de la difusión del idioma quechua en los indicados departamentos, se puede apreciar que, respecto a Cochabamba, se tienen en la toponimia como ejemplos de ese idioma las denominaciones de Taquina (Taquiña), Muyurina, Pocona, Mizque.
Basándose en lo expuesto por los cronistas Pedro Sarmiento de Gamboa y Bernabé Cobo respecto al tiempo de consolidación de la conquista incaica del Collao, y al periodo en que se inició el avance hacia las regiones orientales, proporciona datos dignos de conservarse en la memoria acerca del establecimiento por orden del Inca Tupac Yupanqui entre 1463 y 1492 de una provincia (Pocona) anteriormente poblada por nativos de la región (cotas, chuyes y moyos) de lengua aymara, en la cual instalaron a originarios del área peruana al norte del Cusco, zona de Chinchaysuyo (región norte del Tahuantinsuyo) de habla quechua. Fue allí donde se fundó una ciudad que corresponde a las actuales ruinas de Incallajta.
Según él explica, la mayor parte de los mitimaes, además de los arraigados en Pocona, se asentaron tanto en otras parte del departamento de Cochabamba como en el de Chuquisaca, noticia con relación a la cual se tenía conocimiento aunque no con la precisión descrita en su libro.
El dato que sí puede percibirse como antes ignorado, es el referente a las comunidades quechuas situadas en la península de Copacabana en su mitad noroeste, en la que, según explica, el régimen incaico estableció una provincia privilegiada centrada en culto al Sol y a la Luna.
Sugiere que conviene no olvidar que en el valle de Cochabamba los Incas constituyeron una provincia de mitimaes aún en mayor grado que en Pocona, con la característica de ser la única que fue fundada trasladando a casi la totalidad de su población al valle del Cusco. El primer asentamiento se produjo en Canata, donde hoy está la ciudad de Cochabamba.
También es interesante destacar que nos hace saber que a Capinota, valle del río Arque, territorio de la etnia sora que tuvo como cabecera una zona próxima al actual pueblo de Paria, fueron trasladadas familias de la etnia urus bajo el régimen de mitimacquna.
La otra región predominantemente colonizada por los quechuas fue la que concierne al Departamento de Chuquisaca, cuya capital, la ciudad de Sucre, pertenecía en tiempo de la conquista por los incas a la etnia yampara.
Relata, citando a Fray Antonio de la Calancha, que en el periodo en que fue colonia de los quechuas, ese lugar, lugar donde hoy está esa ciudad, tuvo preeminencia social y cultural por haber radicado allí un linaje de incas trasladado al inicio de la acción de la conquista.
Felizmente Bernardo Ellefsen continuará con más aportes acerca del periodo de colonización incaica, pues ha anunciado que próximamente se difundirá otra publicación suya. Estamos a la espera.