Japón se prepara a verter al mar el agua contaminada de la central nuclear de Fukushima
El tsunami del 11 de marzo de 2011 dejó una huella en Japón, pero también en sus vecinos del noreste de Asia. El accidente de la central de Fukushima Daiichi requirió cantidades inmensas de agua para refrigerar los tres reactores fundidos. Para ello, se usaron agua de lluvia y aguas subterráneas. Metros cúbicos que se encuentran actualmente almacenados en más de 1.000 tanques en la central.
En total, Japón planea verter más de 1,3 millones de toneladas de agua contaminada por elementos radiactivos en el océano durante los próximos diez años. Una operación decidida el 13 de abril de 2021, de forma unilateral.
“Japón ha decidido verter agua contaminada al océano, despreciando totalmente los intereses del pueblo chino y de otros países del mundo", declaró en rueda de prensa Sun Xiaobo director del Departamento de Control de Armamentos y Proliferación del Ministerio de Asuntos Exteriores chino.
Pekín envió junto con Rusia una lista de preguntas escritas a Japón. Los expertos japoneses respondieron que el agua contaminada y tratada contiene muy poco material radiactivo, que se trata principalmente de tritio. Según un documento del gobierno japonés publicado por el diario Yomiuriu, las centrales nucleares chinas están liberando agua que contiene tritio a niveles 6,5 veces superiores a los del agua de Fukushima.
La embajada japonesa en Pekín organizó recientemente una sesión informativa inusual para periodistas extranjeros en China con tres mensajes: "El agua, una vez diluida en agua de mar, es segura para el medio ambiente y la salud humana", declaró un funcionario. “Además, todo el proceso está siendo supervisado por la Agencia Internacional de la Energía Atómica (OIEA), y el único riesgo de operación tiene que ver con la desinformación que está dañando la reputación y la vida de los habitantes de Fukushima".
Tanto Tokio como Pekín son conscientes de que, además del debate científico y ecológico, está en juego la imagen de Japón y su impacto en la economía.
Según una encuesta publicada en la reunión de la embajada, el 41% de los habitantes de Fukushima está preocupado por los riesgos económicos y de reputación, el 12% teme un declive de la industria y el 11% el estigma sanitario.
Un Godzilla en el océano
Se han propuesto pciones para eliminar el agua radiactiva de Fukushima: almacenarla en el subsuelo, dejarla evaporar en la atmósfera o verterla en el océano. La OIEA se ha pronunciado a favor de la "liberación controlada en el mar".
China desconfía del sistema de tratamiento de aguas ALPLS (Advanced Liquid Processing System) utilizado por la propietaria de la central de Fukushima, Tepco. Los expertos chinos se remiten a un estudio alemán según el cual "50 días después de verterlo, es probable que el material radiactivo se extienda por todo el océano Pacífico y en 10 años por todas las aguas del mundo".
“Esta especie de Godzilla supone un grave riesgo para las personas y el medio marino”, reaccionó Li Chijiang, secretario general de un centro de estudio cercano al gobierno chino. “Aunque sea la solución más barata, el océano Pacífico no es el cubo de basura de Japón”, añadió.
El miércoles 28 de junio, el ministerio de Asuntos Exteriores chino pidió nuevas explicaciones a Tokio y a la OIEA. Esto tras las revelaciones de medios de comunicación surcoreanos según las cuales el gobierno japonés había donado más de un millón de euros a la agencia nuclear de la ONU, cuyos expertos siguen examinando las aguas contaminadas de Fukushima Daiichi.
Las autoridades de seguridad nuclear de Japón aseguran que diluir el agua tratada es la solución más segura para preservar el medio ambiente y la salud. “No lo hemos elegido porque sea un método más barato, sino porque es el más seguro según los estudios de viabilidad técnica y seguridad", dice Tepco.
Beber agua de la central
Esta batalla por el agua tiene como telón de fondo las tensiones entre Pekín y Tokio, e incluso un conflicto más amplio entre China y Estados Unidos, aliados de Japón. Ambas diplomacias han intensificado sus contactos en busca de apoyos desde Japón hasta Sudamérica, pasando por las islas del Pacífico.
Corea del Sur también está preocupada, a pesar de que el gobierno conservador surcoreano se ha acercado recientemente a Tokio. El primer ministro surcoreano, Han Duck-soo, llegó hasta decir que estaba dispuesto a beber agua contaminada de Fukushima, mientras que en Seúl miles han manifestado para denunciar el vertido de agua japonesa.