Irán refuerza su penetración en la región de la mano de Bolivia y encendió alarmas en la Argentina
Jaime Rosemberg
El ministro de Defensa de Bolivia, Edmundo Novillo, intentó tranquilizar al canciller argentino Santiago Cafiero, quien le envió una carta formal solicitando información sobre el acuerdo firmado por el país vecino en Teherán, con el gobierno iraní.“
Nos enviaron los comunicados de prensa, nos dicen que no hay nada firmado que comprometa la seguridad de Argentina”, contaron a LA NACION cerca del canciller, empeñado en transmitir tranquilidad, luego de las advertencias de la DAIA y el Centro Simón Wiesenthal sobre el peligro que representa la renovada cercanía entre Bolivia, presidida por Luis Arce, un aliado de Evo Morales, y el régimen iraní, acusado por Estados Unidos y la propia Justicia argentina de “exportar” terrorismo como en los atentados a la embajada de Israel, en marzo de 1992, y la AMIA, en julio de 1994.
Más allá de las explicaciones de Bolivia a la Cancillería- Novillo reconoció en principio un plan de colaboración iraní para “mantenimiento preventivo y correctivo” en aeronaves bolivianas y el uso de drones para la agricultura y medicina-, el acercamiento de Irán a Bolivia se suma a la gira oficial a Venezuela, Nicaragua y Cuba del presidente iraní, Ebrahim Raisi, semanas atrás, y refuerza la tesis de quienes temen un fuerte avance de Irán en la región.
Transporte marítimo y cooperación portuaria y en seguros; salud pública en materia farmacéutica y equipos médicos, minería, telecomunicaciones y tecnologías de la información, ciencia y tecnología, intercambio cultural y de bibliotecas y de becas universitarias, son estos los temas que, según trascendió de medios internacionales, componen la firma de los acuerdos impulsados por el presidente de Irán, no sólo en la región, sino con otros países de África, como Uganda o Kenia.
Pero para los expertos en terrorismo, esta lista de buenas intenciones esconde una agresiva estrategia de penetración. “El significado de este memorándum, más allá de sus detalles aún secretos, es la estrategia de Irán en Latinoamérica: armar alianzas con regímenes autoritarios en la región, ofreciendo su apoyo y experiencia militar para garantizar la sobrevivencia del aparato opresivo que los gobiernan, a cambio de una puerta abierta a la penetración iraní en cada uno de sus países aliados”, dijo a LA NACION Emanuele Ottolenghi.
“Para Irán, estas alianzas gastan poco: a cambio de su tecnología, logra establecer cabezas de puente en la región, fortaleciendo su presencia e influencia”, sostiene el experto, miembro destacado de la Fundación para la Defensa de las Democracias en Washington.
Un diplomático con conocimiento de los movimientos de Irán agregó que “Teherán pretende demostrar que no está aislado del mundo (incluso desplaza naves militares para mostrar su bandera en aguas lejanas al Golfo Pérsico como Río de Janeiro), y que existe un número importante naciones de perfil político semejantes y de objetivos comunes con los que estrecha lazos”, sentenció.
Hay, por supuesto, también motivos económicos. Los acuerdos marítimos firmados por Irán tienen como objetivo la “facilitación del movimiento de bienes y servicios iraníes en un ambiente de sanciones”, específicamente-según continúan las fuentes-”para encontrar salida de productos iraníes sancionados hacia mercados exteriores, aunque estos sean marginales.
En el mejor de los casos esto implica buscar vacíos legales en las sanciones que permitan comerciar legalmente”, a pesar de las sanciones internacionales que pesan sobre ese país, como las promovidas por Naciones Unidas, en 2006.En este contexto se enmarcan los esfuerzos de “gestor” del expiquetero Luis D´Elía, que confirmó que intermedia entre el Estado iraní y una empresa brasileña para hacer llegar fertilizantes al Mercosur de origen iraní. El Gobierno tomó distancia de la iniciativa del dirigente de Miles.
Para Ottolenghi, más allá de la veta comercial lo importante es la penetración política, que en Bolivia tiene como antecedente el pacto firmado por el expresidente Evo Morales y su par iraní, Mahmud Ahmadinejad, en 2007. “En cuanto a los drones, se trata de los mismos drones que Venezuela está produciendo con licencia iraní, y que Irán vende a Rusia para asesinar a civiles en la feroz e ilegal guerra de agresión contra el pueblo ucraniano lanzada por el dictador ruso, Vladimir Putin.
No son drones de vigilancia, son armas ofensivas, que Bolivia quiere para amenazar a sus vecinos, no para defenderse contra el tráfico de droga que miembros de su mismo gobierno protegen”, fustigó Ottolenghi, quien recientemente encabezó un encuentro en Buenos Aires contra el terrorismo organizado por el Congreso Judío Latinoamericano.
“El apoderamiento militar que Irán ahora ofrece a Bolivia no sirve ni para preservar la seguridad fronteriza ni para combatir el crimen organizado. Sirve solo a fortalecer la presencia desestabilizadora de Irán en la región y a fortalecer al gobierno autoritario que le abre las puertas”, concluyó el experto de origen italiano.
La preocupación por el acuerdo Irán-Bolivia, transmitida por organizaciones judías ni bien se conoció de modo general, se traduce en críticas a la actitud del gobierno argentino. “Manifestamos preocupación por el silencio de la Cancillería cuando se supo del pacto. Contrasta fuertemente con los comunicados oficiales sobre Medio Oriente.
En esos casos son veloces para opinar sobre un tema que les es ajeno. Pero cuando los que protegen y dan cargos oficiales a los acusados por la justicia argentina traen su política antisemita y pro-terrorista a nuestras fronteras envían días más tarde una carta pidiendo explicaciones que fueron brindadas muy vagamente. Y allí se acabó la actividad oficial.” dijo a LA NACION Ariel Gelblung, Director del Centro Wiesenthal para América Latina, uno de los organismos que sigue de cerca el desembarco de Irán en la región.