El plan de Rusia para construir 6 mil drones de ataque con la ayuda de Irán
Los ingenieros de un centro industrial antaño pujante en las profundidades de Rusia estaban ocupados planificando. El equipo había recibido el encargo secreto de construir una línea de producción que funcionaría las veinticuatro horas del día produciendo drones suicidas, armas que las fuerzas del presidente Vladimir Putin podrían utilizar para bombardear ciudades ucranianas.
Un funcionario jubilado del Servicio Federal de Seguridad de Rusia fue puesto a cargo de la seguridad del programa. Se confiscaron los pasaportes de empleados altamente cualificados para que no pudieran salir del país. En la correspondencia y otros documentos, los ingenieros utilizaban un lenguaje codificado: los drones eran “barcos”, sus explosivos eran “parachoques” e Irán -el país que proporcionaba asistencia técnica encubierta- era “Irlanda” o “Bielorrusia”.
Se trataba del multimillonario acuerdo armamentístico de Rusia con Irán que vio la luz en noviembre, a 800 kilómetros al este de Moscú, en la región de Tatarstán. Su objetivo es construir 6.000 drones en el país para el verano de 2025, suficientes para paliar la escasez crónica de vehículos aéreos no tripulados (UAV en inglés) en el frente del ejército ruso. Si tiene éxito, la nueva fábrica de drones podría ayudar a Rusia a preservar su menguante suministro de municiones de precisión, frustrar los esfuerzos de Ucrania por retomar los territorios ocupados y hacer avanzar drásticamente la posición de Moscú en la carrera armamentística de aviones no tripulados que está transformando la guerra moderna.
Aunque funcionarios occidentales han revelado la existencia de la instalación y la asociación de Moscú con Teherán, documentos filtrados del programa y obtenidos por The Washington Post proporcionan nueva información sobre el esfuerzo de dos autoproclamados enemigos de Estados Unidos -bajo algunas de las sanciones más duras del mundo- para ampliar el programa de aviones no tripulados del Kremlin. En conjunto, los documentos indican que, a pesar de los retrasos y de un proceso de producción que depende en gran medida de componentes electrónicos producidos en el extranjero, Moscú ha hecho progresos constantes hacia su objetivo de fabricar una variante del Shahed-136 iraní, un drone de ataque capaz de viajar más de 1.000 millas.
Los documentos muestran que los ingenieros de las instalaciones están tratando de mejorar las técnicas de fabricación iraníes, utilizando la experiencia industrial rusa para producir los aviones no tripulados a mayor escala de lo que Teherán ha logrado y con un mayor control de calidad. Los ingenieros también están estudiando mejoras en el propio drone, incluida la posibilidad de realizar ataques en enjambre, en los que los vehículos aéreos no tripulados coordinan de forma autónoma un ataque contra un objetivo.