El innecesario referendo
Los primeros mandatarios quedaron desportillados. El Gobierno sabe ahora que una mayoría aplastante en las ciudades “no lo quiere”. ¿Cómo continuará con esa sombra? Los consuelos pre fabricados y discursos enredados no ocultan la realidad.
¿Era necesario el referendo del pasado 21 de febrero para habilitar las candidaturas de los actuales mandatarios? Hace casi un año, cuando comenzó a circular esa idea comenté que aquella decisión podría ser un salto al vacío y un tropezón inesperado para la figura de Evo Morales Ayma, quien ingresó a la historia latinoamericana por la puerta grande.
La política boliviana, particularmente paceña, nos muestra que los deseos de perpetuarse en el poder, sean de gobiernos civiles como en 1930 o en 1964, o de dictaduras militares, son resistidos por la población por múltiples motivos, pero sobre por los abusos que conlleva ese alargamiento.
La pregunta todavía pendiente es de quién o de quiénes fue la idea de embarcar al presidente Morales en una consulta a destiempo y con qué objetivo. La hipótesis que trascendió fue que el impulso comenzó en el entorno de la Vicepresidencia, que es en realidad el espacio de mayor conflictividad dentro del Movimiento Al Socialismo. Las formas fueron torpes, una aparente iniciativa de los movimientos sociales, ajustada jurídicamente por abogados palaciegos y una aprobación legislativa.
Las primeras encuestas entre septiembre y octubre vaticinaban la victoria del “No” a la modificación de la Constitución Política del Estado con el 53-54 por ciento de los votos y ya adelantaban un fuerte rechazo urbano. Cifras que más tarde se modificaron con leves matices, aunque creando la expectativa por los indecisos.
El resultado final es un 51,30 por ciento para el “No” y un 48,70 por ciento para el “Sí” con pocos blancos y nulos. Es decir, después de semejante despliegue del aparato estatal, de las cientos de horas de transmisión directa por el canal estatal y otros privados y de costosas movilizaciones, el MAS subió menos de dos puntos. El “No”, con toda la fuerza que se atribuye a las redes sociales, sólo recobró la inicial opción ciudadana.
Por su parte, el Organismo Electoral Plurinacional tuvo que destinar recursos del TGN para una logística moderna dentro y fuera del país que ponía a prueba su capacidad. Todavía le falta revisar denuncias, como los avisos pagados en el metro español por el “Sí” o los cierres de campaña en horas de trabajo.
Sin embargo, el verdadero saldo es negativo. Los primeros mandatarios quedaron desportillados. El Gobierno sabe ahora que una mayoría aplastante en las ciudades “no lo quiere”. ¿Cómo continuará con esa sombra? Los consuelos pre fabricados y discursos enredados no ocultan la realidad.
El platillo ganador quedó para los jóvenes clase medieros que mostraron que la política sí les importa y que saben expresarse con creatividad y mucho humor, que fue la línea más fuerte que la sucia y torpe. Saben que pueden y lo mostrarán de nuevo.
La autora es periodista.
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