La decadencia moral del “proceso de cambio”
No cabe duda que, a partir de las elecciones subnacionales, el MAS ha ingresado a una fase acelerada de declive hegemónico. Desde inicios del 2015, cuando se hiciera público el gran desfalco producido en el Fondioc, donde están involucrados dirigentes indígenas de primera línea, el deterioro político es intenso e incontrolable. Esto se puede evidenciar en los resultados de la elección de autoridades subnacionales y la consulta de los estatutos autonómicos, contrarios al partido de gobierno.
Ahora, en febrero del 2016, cuando estalla el caso Zapata, esta vez afectando de manera directa al hasta entonces intocable Primer Mandatario, el deterioro se hace más evidente y se refleja en la derrota del 21F. Surge entonces la interrogante: ¿qué ha sucedido en tan poco tiempo –desde octubre del 2014– para llegar a este escenario de profundo quiebre hegemónico?
En primera instancia, creo que es una verdadera estupidez atribuir este desenlace a la guerra sucia y las redes sociales o a los enemigos ficticios del “proceso de cambio”, encarnados en la derecha, el neoliberalismo, el imperio y los intereses chilenos. La erosión es interna. El deterioro surge de adentro y tiene que ver con la pérdida de legitimidad provocada por la decadencia moral del caudillo y su primer círculo de acólitos.
El manejo de estos dos escándalos ha colocado a la luz de la opinión pública este intenso proceso de decadencia moral. El Presidente y el Vicepresidente, de acuerdo a los “asuntos” hechos públicos, habían sido los más conspicuos cuenteros y mentirosos de este país. Las gigantescas mentiras reveladas desnudaron la miseria moral de las dos primeras autoridades de gobierno, provocando un irreparable quiebre de confianza. Por más titánicos esfuerzos que realicen, utilizando todos los recursos a su alcance, hasta la regulación de las redes sociales; no borrarán jamás el perfil de mentirosos posesionado hoy en la conciencia popular.
Por las enormes expectativas que generaron en distintos sectores de la izquierda nacional e internacional, cuando prometieron una revolución del comportamiento, nuevos principios y valores, adjudicándose la última reserva moral, la desilusión es abrumadora. Aquel potente discurso de cambio y una nueva forma de hacer política, en principio bien elaborado por la nueva elite azul, carece hoy de la más mínima credibilidad.
A estas alturas ya no podemos hablar de una elite sino de una “camarilla azul” que en sustancia es muy distante a “elite azul”. Esta camarilla, a nombre del pueblo, con la retórica indigenista y la desvergonzada manipulación de los “movimientos sociales” (Conalcam, Cocaleros, Interculturales, Bartolinas, etc..) se aferra al poder, embaucando a todos, incluso, a la propia militancia masista. Ahora, quizás no tanto para continuar gozando de las prerrogativas que otorga el poder, sino más bien, para blindar cualquier posibilidad de investigación sobre adjudicaciones y compras directas nada transparentes.
Las mentiras y la cínica forma de manejar y decidir el destino de los recursos fiscales dejan entrever que en la administración del extraordinario excedente del súper ciclo económico, subyace una intensa megacorrupción.
Este proceso profundo de decadencia moral puede, a la postre, cavar la tumba del tan mentado “proceso de cambio”.
El autor es profesor de la carrera de Ciencia Política de la Universidad Mayor de San Simón.
Columnas de ROLANDO TELLERÍA A.