Primera Línea: un experimento de los independientes de la UMSS
“La sociedad de la libertad no se puede construir con medios autoritarios, como la forma partido”, es la clásica crítica libertaria al marxismo en sus distintas feligresías.
Por esta razón la literatura libertaria recupera las historias de prácticas de libertad y autonomía, de resistencias antiautoritarias, a través de medios antiautoritarios. Es el proceso lo que importa, más allá de cómo terminan –normalmente recomponiendo la dominación, al Estado y los podres dominantes–; son esos momentos de anarquización de la vida social, de ruptura de la cotidianeidad del poder, donde se visualiza la sociedad que se desea construir. El anarquismo es fundamentalmente una práctica prefigurativa.
A principios de los 80, en el contexto de la recuperación de la democracia y la autonomía universitaria, en la UMSS emerge un movimiento estudiantil independiente, antipartido, que en su momento debilitó el poder y jerarquías político partidarias. Sí, fue Primera Línea, de la cual fui parte.
Más allá de cómo terminó la movida –cooptación del movimiento por parte de los poderes dominantes universitarios–, deseo recordar algunos rasgos de sus orígenes y proceso de estructuración. Recordar este experimento de autonomía libertaria evidencia que, para el sector estudiantil, existe vida fuera de la forma partido político y grupos de poder en la UMSS.
Primera Línea, surge, paradójicamente, de un partido político, Vanguardia Obrera (VO), luego de que la dictadura garcía mesista salía de una crisis interna, con una fracción “fierrera” cubanófila que había escindido el partido. La VO, originalmente de tendencia trotskista, defendía la tesis de fortalecer a la Central Obrera Boliviana (COB) como órgano de poder, dada su experiencia histórica, por tanto con capacidad de liderizar un proceso de transformación anticapitalista en Bolivia. Esta posición, que excluía a la forma partido como horizonte organizativo, chocaba directamente con toda la izquierda boliviana; de hecho, se aproximaba, desde lecturas del joven Trotsky y Rosa Luxemburgo, hacia una orientación anarcosindicalista. No es casual que en la VO militaran también algunos que se autodefinían como libertarios o anarquistas.
De esa manera, el partido promovía el trabajo en organizaciones de base para convertirlas, se decía, en “órganos de poder”. La militancia, por tanto se involucró en el trabajo de base en los lugares donde trabajaba, vivía o estudiaba, “suicidando” el partido. Cuando la UDP llegaba al gobierno el 82’, la VO dejaba de existir como forma partido.
Los que estudiábamos en la UMSS formamos parte de movidas estudiantiles de base, desde las carreras. Algunos logramos participar de centros de estudiantes, como Sociología, Tecnología. Era el tiempo de las elecciones de la FUL, la UDP tenía su frente, también los maoístas, los trotskistas –como hoy URUS–… y aún los “elenos”. Con otros grupos políticos minoritarios (el PS-1, otras fracciones trotskistas, guevaristas) logramos organizar el Bloque Revolucionario 25 de Julio (BR-25). Días antes a las elecciones, el candidato del frente, quien años después sería ministro de Goni y como psicólogo, parte del equipo de represión, manipula con los demás grupos, nos excluyen de la lista final, y aparecemos fuera del frente. Con una movida de pasillo, típica de la izquierda boliviana para “serrucharse el piso”, nos habían eliminado del juego electoral.
Esa experiencia profundizó la pulsión anti partido. El año siguiente nueva elección, en Sociología, habíamos ganado el centro de estudiantes con una lista independiente, con el nombre de Primera Línea, nombre que venía de un grupo de acción directa vinculado al movimiento autonomista italiano de los 70. El frente estudiantil universitario independiente se organizó en base a una diversidad de colectivos, grupos de afinidad que habían emergido en diversas carreras con la consigna antipartido y la reivindicación de una mirada académica a las luchas estudiantiles, dado que la mayoría de sus líderes eran considerados “buenos alumnos” y académicamente responsables. Y la mecha prendió, en Tecnología, donde se llamaban Izquierda Revolucionaria Autonomista (IRA) o Corriente Revolucionaria Estudiantil Autonomista (Crea) en Economía. Fue desde la conjunción de t’ojpas facultativas independientes que se hizo posible, por primera vez, derrotar a toda la izquierda boliviana autoritaria con una lista independiente, totalmente diversa y romántica. El resto es historia.
Lo que unía a Primera Línea era la crítica a la forma partido, el reconocimiento que los partidos políticos eran un obstáculo para cualquier transformación académica y política en la universidad, pues para ellos, el sistema universitario es un espacio más de intervención, de disputa hegemónica, como parte de la estrategia mayor, la toma del poder de Estado, decíamos.
La postura antipartido implicó la reivindicación de otras formas democráticas de base. En el caso de Sociología, en 1984, se implementó un nuevo formato de elección del centro de estudiantes, basado en representantes de curso, rompiendo de esta manera el poder corporativo de los partidos, y estructurando una directiva plural. El experimento duró dos años, pues los partidos y grupos de poder retornaron con vigor.
Hay dos rasgos más que sólo los menciono. Primera Línea fue el primer grupo en deconstruir la forma de hacer política, pues incorporó creativamente la simbología pop y situacionista del 68’ en su propaganda, e hizo de lo lúdico uno de las fuentes de seducción a la causa independiente. Finalmente, la independencia le permitió abrirse a una diversidad de ideologías y tendencias, desde indianistas kataristas –ese momento racialmente estigmatizados– militantes desencantados, hasta libertarios autonomistas, pasando por liberales de izquierda. Esta convivencia fue creativa mientras duró.
Este es el legado de Primera Línea.
El autor es sociólogo.
Columnas de CARLOS CRESPO