Democracia y Liberación
1917 fue un año singular en la historia política boliviana. El sufragio secreto se incorporó al reglamento electoral de su estrecha democracia representativa, cuando el voto era calificado, excluyendo a las mujeres y los analfabetos, además, era preciso disponer de empleo o renta “decentes”.
Aunque los comicios generales de aquel año fueron fraudulentos, como era usual desde 1883, la proscripción del sufragio “libre” –público--, escandalizó a buena parte de la prensa e intelectuales de la época. Ismael Muñoz, que sin duda fue muy apreciado como analista “politólogo” entre sus coetáneos ilustrados, reaccionó contra la reforma electoral a través de sus columnas de opinión que publicaba el “El Diario”.
Por ejemplo, en una titulada “Quimeras Enfermizas” nos dice: “La historia demuestra que los gobiernos más durables y más populares, fueron siempre los despóticos. El uso que los pueblos han hecho generalmente de la democracia, ha sido para igualar hacia abajo, satisfaciendo torpes envidias de chusma. El demagogo que las fomenta, es también un amo…”
Y en otra, “Sufragio libre y secreto”, más propiamente ligada al asunto en cuestión, protestó: “Lo grave del voto secreto, si bien le quita al ciudadano presiones injustas, es que le quita también todas las otras las influencias legítimas que deben pesar sobre él en una democracia organizada”, agregando luego: “el voto secreto la independiza –se refiere a la clase “indocta” que carece de la misma acción de las clases ilustradas para resolver los problemas públicos--, al privar de una influencia legítima y saludable; más aún la convierte en enemigo porque le permite ejercitar desde la sombra, sin que sepa la clase ilustrada, el rencor oculto que fomenta por la superioridad en la vida”.
Evidentemente aquella democracia era más bien una dominación aristócrata, o sea, orientada a reproducir los privilegios e intereses de las élites, o clases “ilustradas”, al margen de las personas que ejercían los cargos públicos, como sucedía en muchos países de occidente.
Parafraseando a Panka: “la influencia del pensamiento humanista y socialista en la primera mitad del siglo XX, llevó a la creciente presión para incorporar en los ordenamientos constitucionales los derechos de naturaleza económica y social que incidan sobre la expresión de igualdad de los individuos. Los derechos incorporados por el pensamiento liberal defendían a los ciudadanos frente al poder del Estado, ahora se exigía cierta intervención del mismo para compensar las desigualdades de clase, etnia o religión”.
Según Walter Guevara Arze, la “revolución nacional”, constituía un esfuerzo encaminado a crear una democracia con verdadera igualdad de oportunidades, algo que sólo sería posible en semicoloniales como Bolivia, aplicando la “alianza de clases”, cuya expresión en términos de régimen político, combinó al sufragio universal y secreto con instituciones corporativas de cogobierno. No obstante, los “revolucionarios” se toparon con una formación social poco dispuesta a cargar con los sacrificios inmanentes a las tareas que la revolución asignaba a las distintas clases. A la par, las demandas populares, desbordaban los recursos del Estado.
Buscando efectivizar plenamente la inclusión ciudadana, el MAS instituyó, mediante la CPE del 2009, un régimen participativo de “abajo hacia arriba” sobre la toma de decisiones públicas (cabildos, referendos, control social, etc.), sin embargo, en los hechos, el clientelismo y la corrupción campean como nunca frente a nuestra perenne pobreza ¿por qué?
El autor es economista.
Columnas de JUAN JOSÉ ANAYA GIORGIS