Definitivamente no hubo tráfico de influencias
Desde su aparición en la escena mediática, el caso Zapata mezcló dos hechos que, si bien están estrechamente relacionados, debieron mantenerse separados por corresponder a dos ámbitos distintos.
El primer asunto, la presunta paternidad del Presidente, se parece siempre más a una inconclusa tragicomedia en la cual los único cierto es lo falso: la libreta militar, las tías, el niño entrevistado por una jueza y un psicólogo, las declaraciones de la principal imputada y de varias autoridades, los whatsapps amazónicos, la “defensa” a cargo de abogados ahora prófugos, la imparcialidad de la Fiscalía, las excusas de los jueces, hasta la anatomía de la señora de marras.
Queda la sospecha de tráfico de influencias que adquirió vida propia debido a dos hechos irrefutables: el vertiginoso enriquecimiento de la implicada (casualmente una expareja del Presidente) y la destreza de la Camce para beneficiarse con adjudicaciones directas de grandes obras del Estado.
En este contexto quisiera contribuir con algunos argumentos incontrovertibles (aunque no todos originales) al plan gubernamental de descartar definitivamente el presunto tráfico de influencias.
La Comisión Mixta de la Asamblea Legislativa Plurinacional dio la pauta lógica al señalar, palabra más o palabra menos: “Los taladros están funcionando, por tanto no hay tráfico de influencias”.
Otro argumento contundente es que la mismísima Gabriela Zapata, afirmó, juró y re-juró no conocer nada del supuesto tráfico de influencias en que ella estaría involucrada. ¡Será mentirosa y mitómana la señora, pero no tonta! No obstante, un detector de mentiras ayudaría mucho a distinguir las mentiras útiles de las verdades incómodas.
También se especulaba sobre la relación de la señora con un frustrado abogado potosino, actual Ministro de Minería. La oportuna aclaración del interesado de que sólo tomó unos cafecitos con la señora Zapata debería acallar a los que suelen decir, como don Evo, “no quiero pensar que…”. Al fin y al cabo, el tráfico de influencias no se hace con cafecitos sino con fajos de billetes verdes.
Finalmente, está la prueba definitiva de la “no-influencia” de la señora Zapata: la famosa boleta de garantía de la Camce, que hasta los diestros sabuesos de la Comisión Mixta dejaron pasar.
En efecto, el mismo Vicepresidente confesó que la gestión de Zapata para evitar el cobro de la boleta fue el motivo por el cual “recién conociéramos” a dicha señora (notar el “pluralis maiestatis” : otros ya la conocían, incluso en sentido bíblico). A diferencia de las boletas entre privados, una boleta de garantía de una obra pública es de “ejecución inmediata”, de modo que por pura casualidad un prestigioso banco suspendió la ejecución solicitada por un Ministerio a simple presentación de un certificado (falso) de nacimiento.
También por otra casualidad, la suspensión dio tiempo a que un tribunal amparara a la Camce de la ejecución de la boleta. Asimismo, el hecho de que la exesposa de un exministro que asesoraba a la Camce (Evo dixit) fuera Vocal del Tribunal no deja de ser una anécdota y que la misma Zapata denunciara haber entregado 250 mil dólares al asesor de marras es una prueba más de su mitomanía (¡tal vez el monto fue menor!).
Estando así las cosas, no se explica porqué la exgerente de la Camce sigue en una cárcel de máxima seguridad. Si está ahí por mentirosa y mitómana, más de la mitad de la clase política debería acompañarla. Si está presa por facilitadora de trámites, le sugiero elaborar un manual de cómo engañar a medio mundo (sentimental, político, bancario, periodístico y judicial) con un simple certificado de nacimiento, falso por añadidura. ¡Ciertamente sería un “best seller” !
El autor es físico y analista.
Columnas de FRANCESCO ZARATTI