¿Qué se espera en Venezuela?
Llama la atención que tanto la OEA como la Unasur no actúen con mayor eficiencia y presión para ayudar a que Venezuela se reencauce por el camino de la democracia
Mientras miles de venezolanos cruzan la frontera con Colombia para conseguir alimento y medicinas, su cancillera reclama, en Uruguay, que la presidencia del Mercado Común del Sur (Mercosur) sea traspasada de Uruguay a su país, como establecen los reglamentos.
Sin embargo, en el Mercosur (acuerdo subregional formado por Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay, y al que ingresó como miembro pleno Venezuela aprovechando una crisis política que vivió Paraguay, cuyo Senado se opuso sistemáticamente a ese ingreso), hay la tajante posición paraguaya de rechazar ese traspaso por la crisis que vive Venezuela, propuesta a la que podrían sumarse los otros tres países.
Se trata, sin duda, de una decisión compleja por la relevancia que tienen los tratados internacionales. Pero, en este caso particular, bien harían las autoridades venezolanas en recordar que su ingreso a Mercosur fue posible por la artera maniobra de suspender a Paraguay del mecanismo de integración, por la decisión legal del parlamento del vecino país de destituir a su entonces presidente, procedimiento que fue calificado como “golpe” por las entonces autoridades de los otros países.
En este sentido, el argumento sostenido por Paraguay para asumir esa radical posición es que la situación política venezolana, en la que se tiene presos políticos, un sumiso tribunal de justicia elegido por la cúpula familiar-militar gobernante cuyos dictámenes anulan las resoluciones de una Asamblea Legislativa elegida con alrededor de los dos tercios de la votación popular y la hambruna que se extiende, conforma un escenario de desinstitucionalización que impediría que pueda presidir el Mercosur, que adhiere, desde sus orígenes, al sistema democrático e incluye una cláusula en su defensa, que fue la que se aplicó para suspender a Paraguay.
En ese escenario, llama la atención que tanto la Organización de Estados Americanos (OEA), como la Unión de Nacionales del Sur (Unasur) no actúen con mayor eficiencia y presión para ayudar a que Venezuela se reencauce por el camino de la democracia para definir su futuro. Peor aún, ambas organizaciones multilaterales aceptan en silencio las bravuconadas, insultos y amenazas del Mandatario venezolano, mientras la población sigue sufriendo las consecuencias de una profunda crisis creada por la incapacidad y corrupción que caracterizan a sus gobernantes.
De ahí que atender la situación venezolana desde el exterior exige actuar a la brevedad posible en por lo menos dos áreas. Una, la política, ayudando a que Gobierno y oposición delineen una hoja de ruta que desemboque en la consulta a la ciudadanía para que ésta decida su futuro y de esa manera se evite que la violencia se apodere de la política venezolana. La otra, apoyar programas de emergencia para atender la crisis de alimentos y medicinas.
Esto es más importante aún cuando la crisis que atraviesa Venezuela puede afectar a la región y, particularmente, un proceso de paz como el que se está desarrollando en Colombia. Es decir, hay que realizar los mayores esfuerzos para que Venezuela encuentre un camino de reconciliación, de manera que pueda enfrentar su crisis, que tomará bastante tiempo, en forma pacífica y solidaria.