Priorizar los objetivos de desarrollo más inteligentes
A lo largo de los próximos 15 años, cálculos aproximados sugieren que al menos 2.5 billones de dólares se destinarán a ayuda para el desarrollo. A dónde irán exactamente estos fondos vendrá impuesto, en gran medida, por los 169 objetivos de desarrollo determinados por Naciones Unidas para la próxima década y media. En los próximos días, representantes de varios gobiernos se reunirán en Nueva York para discutir sobre la implementación de objetivos y, en medio de todo ello, estará presente un creciente reconocimiento del dolor de cabeza que supone tratar de alcanzar a la vez tantas y tan variadas aspiraciones bienintencionadas.
Esta situación era inevitable. La Agenda de Desarrollo Sostenible fue el resultado de un proceso dolorosamente inclusivo y mal informado en el aspecto económico, en el que los representantes de gobiernos y bloques regionales, ONG, organismos y grupos de defensa discutieron sobre cuáles eran los objetivos de desarrollo que debían contar con el sello de aprobación de la ONU.
Como resultado, la Agenda de Desarrollo Sostenible trata de ser un todo para todo el mundo. Muchos objetivos son tan ambiciosos e idealistas que no tienen ningún sentido: en tan sólo 15 años, la ONU prevé la completa erradicación de la pobreza, el VIH/SIDA, la malaria y la desnutrición, junto con la creación de “pleno empleo productivo y trabajo digno para todas las mujeres y los hombres, incluidos los jóvenes y las personas con discapacidad”.
Tenemos que ser realistas. Prometer el pleno empleo en 15 años es ingenuo en el mejor de los casos y podría incluso ser perjudicial. Los principios de economía básica sugieren que los países necesitan siempre cierta tasa de desempleo para permitir que los trabajadores cambien de trabajo. Este objetivo de desarrollo podría incluso ser utilizado por grupos de interés para apoyar políticas que mantengan determinados puestos de trabajo para una cómoda minoría, mientras que empujan a otros al desempleo.
El mayor problema que presentan los objetivos de desarrollo es que hay una ausencia total de priorización. La Agenda de Naciones Unidas da el mismo peso a la erradicación y prevención de muertes infantiles que a la promoción de empresas de “turismo sostenible”.
Puede parecer inofensivo incluir un objetivo de desarrollo destacando la necesidad de “espacios verdes y públicos, en particular para mujeres y niños, personas mayores y personas con discapacidad”. Pero en un momento en el que 1.200 millones de personas viven en situación de pobreza, 2.500 millones no tienen acceso al agua ni a servicios mínimos de saneamiento, y casi mil millones de personas se acuestan con hambre cada noche, debemos preguntarnos si tener parques públicos llenos de árboles para los discapacitados supone una de las más urgentes prioridades para el desarrollo.
La ONU nunca ha publicado ningún estudio exhaustivo sobre la rentabilidad de sus objetivos. Evidentemente, no todos ellos son iguales. Algunos objetivos generan beneficios medioambientales, sociales y económicos mucho mayores que otros.
Los análisis económicos elaborados por 82 destacados economistas y 44 expertos en el sector para el Copenhagen Consensus Center muestran que algunos de los objetivos son apenas rentables, obteniendo poco más de un dólar en beneficios sociales por dólar gastado. Esta investigación utiliza el análisis de costo-beneficio, que es una forma de comparar la cantidad estimada de “beneficio” que la sociedad recibe de una inversión en lugar de otra, reflejando los beneficios medioambientales, sociales y económicos en una sola cifra.
Un comité de personalidades eminentes, entre ellos varios premios Nobel de Economía, estudiaron esta investigación e identificaron, entre los objetivos analizados, que 19 de ellos eran capaces de producir los mayores beneficios. Centrándose en estos objetivos, la ONU podría alcanzar entre 20 y 40 dólares en beneficios sociales por cada dólar gastado. Por el contrario, la asignación de fondos de manera uniforme a todos y cada uno de los 169 objetivos, reduce los beneficios a menos de 10 dólares.
En otras palabras, gastar de forma inteligente, centrándose primero en los objetivos de desarrollo en los que se puede conseguir el mayor beneficio, podría suponer lo mismo que duplicar o cuadruplicar el presupuesto para este tipo de ayudas.
Dar prioridad a los objetivos de mayor impacto, a nivel mundial, significaría proporcionar acceso a métodos anticonceptivos a todas las mujeres, trabajar más duramente para combatir y prevenir la desnutrición infantil, y promover el libre comercio para reducir la pobreza.
Intervenciones como éstas trascienden el espectro político, pero merecen ser respaldadas por todos. Un programa de desarrollo internacional en torno a ellas tendría un mayor impacto por cada dólar.
A nivel nacional o subnacional, las prioridades pueden ser ligeramente diferentes: mientras que la amplia agenda siga siendo la misma, lo que se debe priorizar en la Colombia rural puede no ser lo mismo que en Andhra Pradesh, en la India. Este año, el Copenhagen Consensus Center se centró en las opciones de desarrollo de Bangladesh, un país que tiene como objetivo lograr un estatus de ingresos medios y aprovechar sus recientes e impresionantes avances para luchar contra la pobreza. A lo largo de las más de 1.100 páginas de la nueva investigación, los economistas analizaron 76 políticas diferentes.
Mientras los ministros de los gobiernos se reúnen en Nueva York para hablar de las dificultades de implementación, seguimiento y evaluación de los 169 objetivos, es poco probable que reconozcan que ha sido su propio proceso el que les ha llevado a esta situación.
Pero harían bien en recordar que, en tiempos de presupuestos limitados, los contribuyentes exigen que se consiga lo máximo posible de cada centavo. Un enfoque más preciso podría generar decenas de miles de millones de dólares de valor adicional en beneficios sociales, medioambientales y económicos para el mundo entero.
El autor es director del Copenhagen Consensus Center
Columnas de BJÖRN LOMBORG y AARON MOTSOALEDI