Exabruptos internacionales y crisis política interna
Desafortunadamente, todo lo que la diplomacia masista había logrado con la demanda ante la Corte Internacional de la Haya fue dilapidado torpemente. De nada sirve, en etapa ulterior, acudir a la vía diplomática para “invitar” a restablecer el diálogo. El resultado, en términos de política exterior, avergüenza a todos los bolivianos. Estarían sacrificando una política de Estado y el bien común en favor de intereses mezquinos.
En columnas anteriores sostuve que el Gobierno de Morales y el MAS está atravesando por su peor momento político, en los ya cerca de 11 años de Gobierno. No sólo ha perdido el apoyo de las clases medias de las ciudades capitales, el deterioro también se siente en algunas zonas rurales y antiguos bastiones. El rechazo al régimen azul es, en todo caso, creciente.
Entonces, sin salir de ese estupor y víctimas de una enorme desesperación, en procura de recuperar el apoyo ciudadano perdido van incurriendo en un sin número de exabruptos, dignos de colección. Los últimos, se inscriben en la torpe “visita” privada del Canciller y su comitiva de 60 personas a los puertos del norte de Chile, para verificar, dicen, in situ el cumplimiento del Tratado de 1904.
Esta pintoresca visita, ciertamente, no se circunscribe, en ningún caso, a una estrategia bien diseñada y planificada de política exterior del Estado Plurinacional en torno a la legítima e histórica demanda de una salida soberana a las costas del Pacífico, como es la demanda interpuesta en la Corte Internacional de la Haya. Esa impetración, que es un acierto, responde efectivamente al diseño de una política de Estado.
Esa “visita”, en cambio, circunda más bien, en una cínica estrategia de política interna; pues pretende motivar y despertar sentimientos nacionalistas guardados, frente a Chile, para recuperar el apoyo ciudadano despilfarrado. Las declaraciones del Primer Mandatario, el Ministro de Defensa y el Vicepresidente, en ese orden, revelan lo que subyace en este desagradable episodio. Veamos. El presidente Morales llama a la unidad de los bolivianos, advirtiendo que “Chile pretende perjudicar a la economía boliviana”, después de que el canciller David Choquehuanca y su comitiva fueran impedidos durante seis horas de acceder al puerto de Arica (ANF, 19/07/16). Luego, el 22 de julio, el ministro de Defensa, Reymi Ferreira, sorprende con su provocadora y desafiante declaración de que “el país debe estar preparado, en particular las FFAA, para resistir hasta la última gota de sangre en caso de cualquier agresión” (ANF, 22/07/16). En sincronía, al día siguiente, el Vicepresidente con un aire mucho más belicoso señala textualmente: “… lleven este mensaje; que Bolivia está de pie, que Bolivia se ha levantado, que nunca más nadie humillará a Bolivia, porque los bolivianos y sus Fuerzas Armadas están preparadas para defender su dignidad, su territorio, sus recursos naturales y sus instituciones democráticas” (ANF, 23/07/16).
Ahora bien, más allá de las xenófobas reacciones del Gobierno chileno y la tenebrosa convocatoria al sentimiento nacionalista con fines políticos internos de nuestros gobernantes, vale la pena ilustrar con algunos datos las diferencias en cuanto al poderío bélico de ambas naciones, cuyas relaciones han sido siempre tensas y estarían pasando por su peor momento. El año 2015, Chile destinó cerca de 5.500 millones de dólares para reforzar su equipamiento militar que es, fundamentalmente, agresivo y potente. De manera continua refuerza activamente su arsenal armamentístico. Nuestro país, en cambio, ese mismo año, destinó a la “modernización” de armamento militar un presupuesto de 504 millones de dólares. La diferencia es de 10 a uno. Para aspirar cierta equivalencia bélica, nuestro país tendría que invertir el equivalente del 20 por ciento del PIB actual durante 10 años continuos. En ese contexto, las declaraciones del Ministro de Defensa y del Vicepresidente, al margen de ridículas y desubicadas, fueron, a lo “Melgarejo”, pues connotarían cierta dosis de demencia.
Sin embargo, como hemos señalado al inicio, estas declaraciones responden, pues, a una estrategia de política interna. Se pretende, con altos grados de insensatez y demagogia, convocar al sensible sentimiento nacionalista para cerrar filas en torno a Morales y el régimen azul.
Desafortunadamente, todo lo que la diplomacia masista había logrado con la demanda ante la Corte Internacional de la Haya fue dilapidado torpemente. De nada sirve, en etapa ulterior, acudir a la vía diplomática para “invitar” a restablecer el diálogo. El resultado, en términos de política exterior, avergüenza a todos los bolivianos. Estarían sacrificando una política de Estado y el bien común en favor de intereses mezquinos.
El autor es profesor de la carrera de Ciencia Política de la Universidad Mayor de San Simón.
Columnas de ROLANDO TELLERÍA A.