Cochabamba y su “estadio inteligente”
Son tantas las necesidades básicas insatisfechas en Cochabamba, entre las que se destaca la falta de agua y alcantarillado, que resulta irrisorio el deseo gubernamental de gastar 200 millones de dólares en un “estadio inteligente”
Tal como viene ocurriendo con alarmante recurrencia desde hace algún tiempo, una serie de noticias publicadas durante los últimos días han confirmado que Cochabamba, tanto la ciudad como el Departamento, ha perdido toda noción sobre un principio básico que debe guiar las políticas de inversión y, gasto público. Ese principio consiste en establecer un orden de prioridades, anteponiendo lo más importante y dejando en un plano secundario lo que no lo es.
El ejemplo más reciente de lo dicho es el contraste entre la falta de recursos para dar soluciones, o por lo menos paliativos, a la falta de agua tanto para consumo humano como para riego, por una parte, frente a la ligereza con que se siguen anunciando multimillonarias inversiones para obras cuya real necesidad y utilidad todavía nadie ha podido demostrar. Es el caso de un estadio que, según los anuncios gubernamentales, será “de última generación” y lo más importante, será un “estadio inteligente”.
Hasta hace poco, el argumento con el que se pretendió justificar la ejecución de esa costosa obra en los predios del Club Hípico Nacional era un supuesto compromiso adquirido con la Organización Deportiva Sudamericana para que Cochabamba sea sede de los Juegos Deportivos Sudamericanos 2018.
Ahora, y a pesar de que las muchas ilegalidades acumuladas durante el proceso de expropiación impiden --y sin duda impedirán durante mucho tiempo más-- que se consolide tal expropiación, el Ministerio de Obras Públicas ha dado un paso más en esa dirección. Ha lanzado una convocatoria para que empresas constructoras, nacionales e internacionales presenten sus “manifestaciones de interés” y ha fijado el próximo 12 de agosto como fecha límite para tal efecto.
Los argumentos a los que ahora se recurre para justificar la supuesta necesidad pública de tal obra han cambiado. Lo que ahora se enarbola es el deseo del presidente Evo Morales de que Bolivia sea sede de algún torneo mundial de fútbol, no importa que sea sólo de la categoría sub 17 o sub 20, de damas o varones.
Según cálculos preliminares, el “estadio inteligente” de Cochabamba tendría un costo de al menos 200 millones de dólares, monto que sería financiado a través de un crédito chino, lo que obligaría al Estado a contratar a empresas también chinas pues ésa es, según explicaciones dadas por autoridades gubernamentales en anteriores ocasiones, una de las condiciones con las que esos financiamientos son otorgados.
Aún asumiendo que las empresas chinas tengan ya abundante experiencia en la construcción de estadios, los pocos días que median entre la publicación de la convocatoria y el vencimiento del plazo para la presentación de propuestas resulta, a todas luces, del todo insuficiente. Lo que le da al proyecto, una vez más, todo el aspecto de una irresponsable improvisación y agrega un motivo más para dudar de la transparencia y seriedad con que se encaran tan costosas obras.
Con esos antecedentes, lo menos que se puede exigir es que tan enormes erogaciones no se hagan a espaldas de Cochabamba, sus habitantes y sus instituciones.