Compinche y con pinche
La presidenta de la Cámara de Diputados, Gabriela Montaño, deberá comparecer ante la comisión de Ética de la instancia parlamentaria para responder a una demanda interpuesta por el opositor diputado suplente, Rafael Quispe, quien se quejó de haber sido llamado “compinche”, lo que ha humillado su dignidad y le ha hecho sentir “menospreciado, menoscabado”. Tamaño desparpajo.
Cosa de políticos, de la imbecilidad propia de este género humano al que debemos soportar, todo por la democracia, que nos desprecian, nos humillan, nos manipulan, y que también nos creen imbéciles, es decir, que padecemos un déficit intelectual profundo.
“Compinche” tiene varios sinónimos y acepciones, como; compadre, compañero, camarada, amigo, contertulio, es una expresión coloquial que denota confianza o amistad con otra persona, compañero habitual de juergas y diversiones, incluso de diversiones a veces dañinas. Claro que también puede usarse en forma despectiva. Los politiqueros siempre son compinches a la mala. Andan y confabulan juntos, casi siempre para hacer daño, para sacar provecho en función a sus intereses particulares.
Quejarse de que le hayan tratado de “compinche”, es el colmo de la politiquería barata, de asumir actitudes “con pinche”, es decir de pretender “pinchar” al oficialismo con cualquier argumento baladí, intrascendente, rebatible y refutable fácilmente, por lo que se podría anticipar, como en otras comparecencias de ministros y legisladores, que la presidenta Gabriela, saldrá con voto de aplauso y en hombros de sus contertulios masistas.
Hay razones y argumentos éticos mucho más válidos para llevarla a un proceso de esa naturaleza. La presidenta de los diputados, en sus declaraciones públicas, siempre destila odio, no sólo con lo que dice, sino a través de su mirada y las amaneradas poses que se gasta cuando trata de mostrarse como irrebatible en defender las causas de su ídolo Evo Morales. Atropella cuando el discurso es crítico al masismo, no respeta la disidencia política. Sus actitudes y hechos menoscaban la política, lo que contribuye a la pérdida de valores, a la degradación moral de la política. En el discurso que maneja no hay razones razonables, sino una oscura obsecuencia, lo que le delata su afán de usufructo del poder, de pretender justificar su dieta de parlamentaria sin conocer ni saber nada de política ni de democracia.
Qué lejos están aquellos días en que los mineros propusieron su propio instrumento político; la tesis de Pulacayo, que revolucionó las demandas sociales de los proletarios, bajo discurso coherente con el que contrarrestaron al Movimiento Nacionalista Revolucionario en las discusiones antiimperialistas, y que enriqueció las formas de entender y hacer política durante casi medio siglo a partir de 1946. En sus propuestas se defendía al ser humano, se orientaba hacia la protección de la fuerza de trabajo, contrariamente a lo que sucede ahora, defender a rajatabla la propiedad privada de los cocaleros y los intereses particular de esa masa clientelar del masismo; diputados, senadores, gobernadores, obsecuentes con un ídolo, no con la política, populistas, hoy cuestionados, por faltar a la moral y a la ética.
El autor es periodista.
Columnas de JAIME D’MARE C.