Inversión en la infancia
Los verdaderos triunfos de una sociedad se edifican con el logro de cada ciudadano que ejerce sus derechos, que ha encontrado oportunidades, que ha logrado sus metas, pero para que ello ocurra debemos invertir ahora
“Padre y madre matan a golpes a niña en Bolivia”, “Encadenaban a un niño para que deje de robar”, “Hombre viola a niña de 11 años, la embaraza y ella da a luz un bebé”, “Padres dejaron a un niño en la calle por seguir borrachera”, “Niña de familia de 8 miembros muere de hambre”, “Niña flagelada es encontrada en K´ara K´ara”. Esos titulares retratan el país que somos. Cada día existe alguna noticia donde el hecho tiene como víctima a un niño o una niña. Y cada día también nos vamos acostumbrando a que la indignación sea tan efímera como las soluciones que damos a la realidad de niños y niñas que, antes de ser noticia, pudieron haber tenido una oportunidad.
Aquellas historias de vida representan parte de la problemática de la infancia en el país y pone en cuestión al funcionamiento de las estructuras familiares, al involucramiento de cada persona con la protección de los niños y niñas, a cuánto cada padre, madre, hermano, tío, abuelo u otro se corresponsabiliza con una vida.
El interés superior del niño, refrendado en la legislación boliviana, parece ser parte sólo la retórica que una respuesta basada en ello. Si la niñez representa la inversión social más sostenible de los pueblos, los Estados, la sociedad, vale preguntarse ¿por qué parece más rentable invertir en el desarrollo urbanístico que en el desarrollo humano de la infancia? Frente a ello, la familia es reconocida como el entorno ideal para el desarrollo de la infancia, así lo reconoce la Convención de los Derechos del Niño y también lo ratifica el Código Niña, Niño y Adolescente de Bolivia, pero ¿qué hace cada ciudadano/a, institución, comunidad, empresa, municipio y departamento para fortalecer a las familias y así evitar la desprotección de los niños y niñas?
En el país existen experiencias de alto desafío y prácticas positivas, pero ahora que llegó el 12 de abril, seguimos creyendo que una celebración digna es la donación de juguetes, improvisar un show de entretenimiento o visitar los hogares, donde los supuestos agasajados deben compartir con extraños el espacio donde la sociedad los ha marginado.
Los verdaderos triunfos de una sociedad se edifican con el logro de cada ciudadano que ejerce sus derechos, que ha encontrado oportunidades, que ha logrado sus metas, pero para que ello ocurra debemos invertir ahora; invertir recursos, tiempo, ideas y proyectos. Y es que, tarde o temprano, cada niño que nuestra indiferencia mate será el reflejo del mundo que realmente merecemos.
El autor es Gerente de Programa de Aldeas Infantiles SOS – Cochabamba
Columnas de ALBERTO MELGAR RADA