Elogio de la cooperación
La socióloga Rosario León estudió en el Workshop in Political Theory and Policy Analysis, de la Universidad de Indiana, coordinado por la premio Nobel 2009 Elinor Ostrom, donde desarrolló su trabajo sobre los bienes comunes. León cuenta que la mayoría de los escritos de Ostrom son en coautoría con otros colegas investigadores de todo el mundo. Es decir, la premio Nóbel desarrolló su obra desde la cooperación. El apoyo mutuo era uno de sus criterios metodológicos de reflexión e investigación, hecho por lo demás coherente con su teoría de los bienes comunes, pues administrar eficazmente un recurso de uso común requiere practicar la cooperación entre los miembros del grupo administrador del bien común (los “apropiadores” diría Elinor).
La cooperación es un rasgo biológico fundamental para la reproducción de la vida. Como Piotr Kropotkin evidenció, la cooperación, antes que la competencia, dentro de una especie ha sido un factor histórico en el desarrollo de las instituciones sociales; más aún, evitar la competencia incrementa las posibilidades de supervivencia y mejora la calidad de vida. La ayuda mutua es un factor, a la vez biológico y voluntario en la naturaleza, y es un activador de la transformación de la naturaleza y la sociedad. El biólogo Richard Dawkins habla de la “cooperación mutualista” o la “evolución de las asociaciones de beneficio mutuo”, como mecanismos para un propósito evolutivo.
Tenemos una predisposición para ayudarnos unos a otros, y lo hacemos sin coerción gubernamental. Un Gobierno centralizado no es necesario para dar un ejemplo o hacer que la gente haga lo correcto: la gente lo hacía antes del surgimiento del Estado. Para Kropotkin, es el Estado el que reprime nuestra tendencia natural a la cooperación, y criticaba a los historiadores por no prestar atención a la vida de la gente y a su inclinación a ayudarse mutuamente.
Nuestra vida cotidiana está florida de prácticas de cooperación, sea en la familia, amigos, el barrio, el trabajo… aún para el placer cooperamos. Mi trabajo académico en estos casi 30 años de vida universitaria no hubiera sido posible sin el apoyo mutuo con colegas y estudiantes, redes de afinidad colaborativa en los que me he formado y donde he construido fraternales amistades. Más aún, mis “objetos de estudio” han sido sujetos que despliegan prácticas de cooperación y apoyo mutuo: sindicatos obreros, agricultores regantes (sector muy estudiado por Ostrom como expresión por excelencia de gestión de un bien común, el agua), sistemas autogestionarios de agua potable, productores de coca orgánica, organizaciones económicas campesinas (Oecas), para mencionar los más importantes. Y por supuesto, es “con mis anarcos queridos”, como decía Zitarrosa, donde he valorado la cooperación; sujetos autónomos que colaboran, se ayudan para la acción directa, creativamente estableciendo otro tipo de relaciones sociales.
Estudios recientes evidencian la importancia de la cooperación en las interacciones sociales y la insostenibilidad del egoísmo. Ser agradable y cooperativo, señala una investigación del 2013, permite ser resiliente en el largo plazo; la evolución es implacable con los egoístas: si bien tienen ventaja en el corto plazo, la cooperación y la comunicación ganan en el largo plazo. Otro estudio, utilizando modelos de teoría evolutiva de juegos, demostró que en el largo plazo las poblaciones que cooperan son más exitosas que los egoístas, pues mientras los estrategas egoístas disfrutaron de una breve ventaja, los cooperadores finalmente llegaron a reconocer y superar los individuos egoístas. El neuroendocrinólogo norteamericano Robert Sapolsky ha estudiado años a los babuinos, demostrando que los monos de baja categoría que más sufrieron fueron solitarios aislados, mientras que aquellos que, a pesar de su posición inferior en la jerarquía, se involucraban plenamente en actividades sociales como el acicalamiento mutuo, relaciones sexuales fuera de la pareja y juego con los menores, tenían muchas más mejores oportunidades de vida. Un estudio de la Health Education Authority (HEA) en el Reino Unido identificó la falta de control sobre el trabajo como un factor de estrés importante, y recomendaba a la gente levantarse contra la intimidación, formar alianzas con sus colegas, afiliarse a sindicatos e involucrarse en programas que promueven la cooperación y participación del personal.
Hoy, esta capacidad innata del ser humano para cooperar ha sido debilitada por el individualismo y lógica competitiva del capitalismo, nos dice el sociólogo norteamericano Richard Sennett: “Estamos perdiendo las habilidades de cooperación necesarias para el funcionamiento de una sociedad compleja”; el cortoplacismo y la superficialidad propios de las transformaciones en el trabajo moderno “debilitan los vínculos institucionales”. El equilibrio entre cooperación y competencia se habría roto. ¿Cómo establecer relaciones sociales estables, duraderas, cooperativas, en un contexto de temor al “otro”, por tanto mayor despliegue de dispositivos de control y vigilancia, de feroz competencia y flexibilidad laboral, necesidad de desplazamientos espaciales permanentes? Es uno de los desafíos de la época.
El autor es sociólogo
Columnas de CARLOS CRESPO