La Revolución Nacional y la feria
Como corolario de este proceso, cabe recordar el frustrado prorrogismo de Paz Estensoro, quien prevalido del poder que ostentaba dispuso mediante un simple decreto que el Congreso en funciones se convirtiera en Asamblea Constituyente con el único objeto de suprimir la disposición constitucional que impedía su reelección inmediata
La feria del libro de este año será dedicada a la Revolución Nacional, según anuncio de sus organizadores, lo que da lugar a algunas reflexiones que estimo de interés para su examen entre los distinguidos expositores que se darán cita en el indicado evento.
Se afirma con frecuencia que las “grandes transformaciones” que perfilan ese proceso histórico se plasmaron en las siguientes medidas: Nacionalización de Minas, Reforma Agraria y Voto Universal. Sin detenernos en mayores consideraciones parece apropiado describir en pocas líneas el resultado de dichas transformaciones. La mal llamada nacionalización que en realidad fue la estatización de las grandes empresas mineras se tradujo en un fracaso sin atenuantes, debido en primer lugar al espíritu demagógico que caracterizó su aplicación, comenzando por el pago de cuantiosas indemnizaciones a los trabajadores para luego recontratarlos con sueldos elevados, para así satisfacer las exigencias de un sindicalismo politizado cuya negativa influencia se extendería a lo largo de más de dos décadas. A partir de aquellas medidas la economía de la república se vio seriamente dañada, provocando la hiperinflación de los años 50 que castigó el país causando el empobrecimiento de toda la población. La Comibol, convertida en caja fuerte del MNR, sirvió para corromper a los dirigentes sindicales y enriquecer a la naciente oligarquia, que junto a los efectos de la quiebra de la economía nacional daría lugar al surgimiento de los nuevos ricos al amparo de los famosos cupos otorgados por el Banco Central a los favoritos del régimen quienes amasaron así grandes fortunas, mientras el pueblo se debatía en la miseria.
La Reforma Agraria firmada con gran solemnidad en Ucureña, si bien liberó al campesino del yugo feudal, lo sometió a otro peor mediante la implantación de un sindicalismo dirigido desde el poder y conducido por caudillos sanginarios que cometerían toda clase de fechorías. El MNR se sirvió de este importante segmento social para amedrentar a los centros urbanos distribuyendo armas a las nacientes milicias campesinas, así como a los sindicatos mineros y fabriles. Las tierras repartidas en el agro convertidas en eriales se irían reduciendo con el tiempo para dar lugar al minifundio que acabó con destruir toda la economía agraria sin que el campesino hubiera salido jamás de su secular pobreza e ignorancia.
El Voto Universal, medida pretendidamente justa al otorgar el derecho al sufragio a los analfabetos y las mujeres, se convirtió en los hechos en el instrumento más perverso de fraude a fin de que el MNR ganara todas las elecciones aplicando lo que se denominó el voto cero, es decir, que el oficialismo ganaba con el 100 por ciento de votos mientras que a la oposición no se le reconocía ni el voto de sus propios candidatos.
Todo este proceso se decantó en medio de un clima de terror. Se crearon por decreto los campos de concentración de triste memoria, ejecutando el más cruel matonaje por sicarios encabezados por los San Román, Gayán, Menacho, Orozco y muchos más. Cientos de bolivianos de toda edad fueron apresados y torturados, mientras otros miles poblaron el exilio en varios países vecinos.
Como corolario de este proceso, del que algunos se sienten orgullosos, cabe recordar el frustrado prorrogismo de Paz Estenssoro, quien prevalido del poder que ostentaba dispuso mediante un simple decreto que el Congreso en funciones se convirtiera en Asamblea Constituyente con el único objeto de suprimir la disposición constitucional que impedía su reelección inmediata. Curiosa coincidencia con los apetitos demostrados por la cúpula del actual gobierno dispuesta a parecidos artilugios para perpetuarse en el poder. Nadie podrá negar que la llamada “revolución nacional” y el “proceso de cambio” se parecen en la perspectiva histórica como dos gotas de agua. Qué de extraño sería entonces predecir que dentro de un tiempo se trasladen desde el Museo de Orinoca los ponchos de Evo para exponerlos en una feria como se hace ahora con los objetos personales de Paz Estenssoro, traídos expresamente desde Tarija.
Parece conveniente no olvidar, por todo ello, el aleccionador final del proceso revolucionario evocando la desesperada fuga de su conductor al exilio, derrocado por una insurrección popular protagonizada por obreros, mineros y estudiantes a lo largo y ancho de Bolivia.
El autor es abogado.