Bolivia, mal país para las inversiones
Hace unos días, como lo hace todos los años por estas fechas, el Banco Mundial ha presentado su informe “Doing Bussines 2017; midiendo la calidad y eficiencia regulatoria”. Se trata de una evaluación anual que se hace desde hace 15 años a 190 países sobre las condiciones que ofrecen a quienes quieren invertir.
Tal como se viene repitiendo desde hace ya varios años, nuestro país ha vuelto a salir muy mal parado de la evaluación correspondiente al presente año y sus proyecciones hacia el 2018. Aparece entre las cuatro economías con peor clasificación en Latinoamérica, en el puesto 152, sólo por delante de Venezuela (188), de un total de 190 países evaluados.
Tan malos resultados se explican, según el informe, porque Bolivia descendió cinco puntos en el factor “registro de propiedades”. También empeoró su calificación en “manejo de permisos de construcción”, y en la categoría la “resolución de la insolvencia”, que identifica los puntos débiles de las legislaciones sobre insolvencia y los principales cuellos de botella procedimentales y administrativos en este tipo de procesos. Hubo en cambio cierta mejora en el factor “comercio transfronterizo”.
Estos resultados no pueden ni deben pasar desapercibidos, pues el estudio es considerado uno de los más importantes y fidedignos, por lo que es tomado por las empresas como uno de los principales referentes que guían sus decisiones a la hora de elegir destinos para sus inversiones. Por eso, la mayor parte de los gobiernos del mundo dan mucha importancia al estudio y se esmeran por poner en práctica las recomendaciones que acompañan al diagnóstico.
Por muchas razones, nuestro país tendría que ser uno de los que más ansiosamente espere todos los años los resultados del estudio, pues está entre los que más esfuerzos hace para revertir una imagen negativa que se arrastra por las turbulencias de principios de siglo y la ola de nacionalizaciones con que se inició la actual gestión gubernamental. Para mejorar esa imagen, las autoridades del área económica no escatiman esfuerzos, pues están conscientes de que buena parte de nuestro futuro económico depende de la eficiencia con que se logre proyectar al mundo la imagen de Bolivia como la de un país merecedor de la confianza de los inversionistas.
Con esos antecedentes, la mala percepción tiene que ser recibida por las autoridades del área económica como una importante señal de alerta, pues las malas calificaciones tienen la agravante de que lejos de revelar una faceta desconocida de la realidad nacional no hacen más que ratificar un diagnóstico que se repite año tras año sin mayores modificaciones.