Aglomeraciones previsibles
Se sabe, desde siempre, que año tras año los días previos a la Navidad son un tiempo en el que la gente invade los mercados y tiendas para hacer la compra de los últimos regalos para los familiares o amigos que recién se anotaron en la fiesta a organizar y para comprar los productos que faltan para hacer la cena o almuerzo navideños, así como las botellas de vino, cerveza u otra bebida espirituosa y refrescos…
Eso se sabe. Lo extraordinario sería que no suceda. Pero, pese a ello, parecería que no se toman las debidas precauciones y todo se complica. Los mercados y supermercados son rebasados y el personal eventual no es suficiente o no está adecuadamente entrenado; los agentes de Policía y Tránsito desaparecen y no hay autoridad estatal a la que los ciudadanos necesitados puedan acudir cuando se presenta algún problema; los “avivados” pululan en los centros comerciales y en las calles, y no tienen escrúpulo alguno para violar elementales normas de convivencia civilizada, y también hay los que se sienten dueños del espacio público.
Se trata —hay que insistir— de una situación extraordinaria pero previsible y, por tanto, posible de organizar. Pero para ello se requiere invertir en recursos humanos e infraestructura, lo que, al parecer, espanta a quienes podrían ser los principales beneficiarios.