Medicina defensiva
El médico caerá en actitudes antiéticas y defensivas para conservar su trabajo y su prestigio.
El médico debe ser considerado como un ser humano con dignidad, su labor se desarrolla en gran medida en un ámbito de la incertidumbre donde la posibilidad de cometer un error no es totalmente evitable.
La experiencia indica que los inscritos en el partido de Gobierno son los únicos que tienen la opción de un puesto salarial, en ese marco la política instrumenta en la salud.
El Gobierno pretende judicializar el Acto médico como una criminalidad per se; mediante el Procedimiento Penal elimina la presunción de inocencia, extrema las sanciones y afirma erróneamente el carácter doloso de la iatrogenia médica. La penalidad caerá como un búmeran sobre los mismos partidarios, bolivianos y cubanos. Los adeptos aún no se percatan que la “Espada de Damocles” pende sobre sus cabezas gracias a la perversidad de sus jefes ignaros pues la preparación deficiente de las víctimas sufrirá una “Autoflagelación política partidaria”. Más sufrirá el pueblo carenciado de recursos, confrontará la injusticia en salud.
La respuesta lógica será la Medicina defensiva: “Una alteración en la práctica médica para defenderse de la judicialización en su ejercicio profesional”. Forma antiética del ejercicio profesional donde el acto médico no tiene como objetivo central el paciente, sino el dinero. La salud pública deteriorada agregará enormes gastos al sistema, sin justificar ningún beneficio.
La Medicina defensiva cobrará vigencia ante un reclamo o demanda, deteriorará la relación médico-paciente con pérdida de confianza del paciente y la autoestima del médico en sí mismo. No será útil como estrategia para prevenir las demandas y agregará nuevos riesgos por actos no indicados e innecesarios. Para evitar las decisiones de riesgo, obligará a interconsultas, llamará a juntas, derivará o rechazará la atención: “actitudes defensivas aparentemente normales tornadas antiéticas”.
En este comportamiento inadecuado intervienen la deficiencia en la profesionalización y el desempeño en condiciones inadecuadas. Por la irresponsabilidad dolosa de las autoridades, la falta de medicamentos, material, equipo, instalación, personal, postergación y pésima atención.
El médico caerá en actitudes antiéticas y defensivas para conservar su trabajo y su prestigio. Lo agravan los medios de comunicación gubernamentales y la proliferación de abogados dedicados a detectar mala práctica.
El autor es médico, exsenador del MAS.
Columnas de GASTÓN CORNEJO