Sueños o pesadillas y la sentencia de enero
El discurso presidencial que precedió a la apertura de la Feria de Alasita y condensa los éxitos que el Presidente identifica en el año previo de gestión nos dio el tono, esta vez, de la plantilla que planea usarse para promover la cuarta candidatura presidencial a fines de 2019.
La consigna del año ha sido “¡sueño cumplido!”, con la que, candidato y seguidores, se proponen martillar en la cabeza de los votantes, que de todos los jefes, candidatos, dirigentes y salvadores que pudimos haber escogido en nuestra historia, solo uno, el actual, ha sido y es capaz de corporizar nuestras ilusiones, de hacerlas transitar del campo de los anhelos a la materialidad de las realizaciones.
La idea es que en el camino nos olvidemos de que el supremo representante de la revolución democrática cultural podría volver a ocupar una casilla en la papeleta de la próxima elección general gracias al uso de las trampas más viejas y retorcidas de las tradiciones políticas y, por encima de todo, a haber cancelado, ignorado y atropellado la voluntad soberana que hace dos años le dijo inconfundiblemente no a sus aspiraciones de reelección.
La tarea de nublar el episodio de la turbia sentencia del TCP queda en manos de los abogados del régimen y también, en alguna medida, de los que critican desde la orilla opuesta, porque el poder constituido confía en que el pesado intercambio de citas e interpretaciones terminará de enturbiar el fondo del asunto, que consiste en que ningún juez o tribunal puede usurpar y enajenar la soberanía popular. Que cualquier sentencia que lo intente es automáticamente nula e inaplicable.
Pero, mientras dure el barullo del intercambio de interpretaciones jurídicas, el Presidente quiere que lo acompañemos siguiendo el adormecedor y fascinante ritmo de los sueños cumplidos, espacio en el que es también necesario que ayudemos con alguna indulgencia, porque gran parte de las obras ya realizadas presentan fallas y observaciones en la manera en que fueron contratadas, realizadas y entregadas y, consecuentemente, en su calidad, durabilidad y confiabilidad.
Y lo que vale para el pasado y el presente se hace aún mayor para el futuro, que es cuando se quiere que confiemos más en que las obras serán mayores, más sólidas, pertinentes y angustiosamente necesarias.
Es exactamente de ese modo como el Presidente demanda nuestra resignación para que se cumpla e imponga su programa reeleccionario, que el MAS llama agenda 2025 o, más presuntuosamente, agenda patriótica, que determina arrasar más de 10 millones de hectáreas de bosques, lesionar la cuenca de los ríos más importantes del país y, de modo más general, a que intentemos por otros 20 años más anacrónicas iniciativas de industrialización, tal como lo venimos haciendo desde el siglo anterior.
Un ejemplo característico de esa mentalidad es la ratificación de la voluntad de erigir en la serranía del Chepete un muro de la altura de un edificio de más de 50 pisos sobre el cauce del río Beni, anegando y usurpando territorios indígenas, restándole oxígeno, fertilizantes naturantes, capacidad de engendrar y reproducir vida a un importante afluente del Amazonas.
Con todo lo que eso significa, la decisión presidencial contenida en su prolongado discurso, más que promesa o sueño constituye, definitivamente, una amenaza letal.
Con la tenue excusa de regular las inundaciones –esas que nos llenan de temor precisamente en estos meses–, cuando el Presidente ratifica que seguirán realizando estudios secretos y escondidos, para impulsar proyectos que multiplicarán, por dos o tres, nuestra deuda externa, sin contar con el mínimo respaldo de que lo gastado alcanzará siquiera a pagar los costos de la obra, mucho menos a compensar los daños sociales, ambientales y estructurales que afectarán nuestro futuro.
No está anunciando el cumplimiento de un sueño, sino el de una sentencia, que, sin duda o remedio alguno, vamos a resistir y objetar, ya que se trata de una cuestión vital, no de un parque, de una reserva, de un departamento, sino del país todo.
El autor es investigador y director del Instituto Alternativo.
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