Debate sobre la seguridad global
Como “plataforma única para que las élites internacionales debatan las políticas de seguridad” ha sido calificada la Conferencia de Seguridad de Munich que, en su última versión se celebró hace dos semanas. Un debate abierto y libre, sin más compromiso de los participantes que con sus propias ideas y puntos de vista, se llevó a cabo en 30 paneles, tomando como punto de partida las exposiciones de 120 ponentes. Entre los asistentes se destacaron James Mattis, Secretario de Defensa de los Estados Unidos, Serguéi Lavrov, Ministro ruso de Relaciones Exteriores, Petró Petroshenko, presidente de Ucrania, Theresa May, Primera Ministra de Gran Bretaña y Jean-Claude Juncker, Presidente de la Comisión Europea.
La Conferencia fue creada en 1963. En la actualidad, desarrolla sus actividades al amparo de la Fundación Conferencia de Seguridad de Munich, una entidad sin fines de lucro que recibe donaciones tanto del sector público como del sector privado. Actúa como presidente de la conferencia el ex diplomático Wolfgang Ischinger, para quien en 2017 “el mundo estuvo más cerca que nunca de un gran conflicto armado”.
Esta apreciación surge, en parte, del contenido del informe preparado por los organizadores de la conferencia y distribuido con el sugestivo título “Hacia el abismo, ¿y de vuelta?”. El informe llama la atención sobre el riesgo para la seguridad global que suponen los conflictos manifiestos y latentes en varias regiones del mundo, como el Medio Oriente y el este de Asia. Subraya, asimismo, las posibles consecuencia negativas del reinicio de una “carrera armamentística”, del aumento de la “retórica belicista” y del repunte de la “desconfianza” entre actores globales. Al no esbozar prontas y eficaces salidas para las situaciones de conflicto, el informe deja un sabor pesimista.
Al parecer, este ánimo imperó en la conferencia. Para Matthias von Hein, comentarista de la Deutsche Welle, una cosa es clara: “todos los indicios apuntan a un mayor conflicto”. Por ello, la conferencia se convirtió en “un escenario de narrativas contradictorias, aisladas y aparentemente irreconciliables”. Quienes pretendieron –concluye el autor– encontrar “señales de entendimiento y propuestas constructivas para soluciones a áreas espinosas de conflicto no encontraron ninguna”. A pesar de esto, el esfuerzo no fue vano pues, al fin de cuentas, la conferencia fue, una vez más, el lugar donde “los problemas del mundo se pusieron sobre la mesa”.
Columnas de ALBERTO ZELADA CASTEDO