“¡Basta de lloriqueos!”
Hace un par de días, durante una de las jornadas de trabajo del IV Congreso del Partido Socialista Unido de Venezuela (Psuv), el presidente Nicolás Maduro tuvo un arranque de sinceridad que dejó pasmados a quienes oían su discurso.
“Los modelos productivos que hemos intentado hasta ahora han fracasado, y la responsabilidad es mía, es nuestra. No podemos echarle la culpa a la Santísima Trinidad”, dijo.
Más adelante protestó por la facilidad con que los miembros del partido gobernante recurren al ya muy desgastado argumento de la “guerra económica” para justificar el colapso economía venezolana. "¿Que el imperialismo nos agrede? ¡Basta de lloriqueos! (...), nos toca producir con agresión o sin agresión, con bloqueos y sin bloqueos. (...) Cero lloriqueo, yo lo que quiero es soluciones compañeros", vociferó ante la mirada atónita de sus seguidores y en medio de aislados y tímidos aplausos.
Las palabras de Maduro son muy significativas desde el punto de vista político, pero irrelevantes desde el económico.
En efecto, no es desdeñable el impacto de tan sincero reconocimiento del fracaso del “socialismo del siglo XXI” y su fórmula política y económica que después de caso 20 años de experimentación sólo ha logrado sumir al pueblo venezolano en la más atroz miseria.
Es también elocuente la ridiculización hecha por Maduro del desgastado recurso de atribuir el colapso a una “guerra económica digitada por el imperialismo con el apoyo de la derecha neoliberal”. Ese argumento, que hasta hace poco era la piedra angular de la fraseología chavista, ha sido ridiculizada por el presidente venezolano como un despreciable “lloriqueo”.
Lamentablemente, esa visión autocrítica no tiene ni la más remota posibilidad de plasmarse en un cambio del rumbo hacia el colapso final de la economía venezolana. Y no sólo porque llega demasiado tarde –con casi dos décadas de atraso– sino porque el proyecto chavista está ya agotado, sin las fuerzas necesarias para tomar alguna decisión importante. Así se explica que en el vano afán de detener una espiral hiperinflacionaria que se acerca a 1.000.000% , el gobierno de Maduro no haya tenido mejor idea que quitar cinco ceros a los billetes, pero sin modificar ni un ápice la política económica que condujo a tal situación.
En tales circunstancias, el único resultado positivo del discurso de Maduro es que dejó en ruinas los pilares sobre los que se sostenía la fórmula ideológica del chavismo y su proyecto socialista. Y condena al ridículo a quienes en Venezuela y en otras latitudes todavía recurren al “lloriqueo” antiimperialista para justificar sus propios desaciertos.