Recorrido energético interrumpido por una Vaca Muerta
La semana pasada, el subsecretario de Energía del gobierno de la República Argentina anunció que en dos años más su país será autosuficiente en gas y que dejará de comprar gas boliviano. Esa declaración recibió una respuesta obvia. El Ministro de Energía boliviano declaró que la provisión boliviana de gas a Argentina está regida por un contrato y que el Gobierno hará lo máximo para que se respete el mismo.
En 2006, los gobiernos de Bolivia y Argentina suscribieron un convenio marco para la venta de gas natural y la realización de proyectos de integración energética.
En virtud a ese convenio, las empresas estatales YPFB y Enarsa suscribieron un contrato por el cual se provee gas a Argentina. Por tanto, correspondía a las autoridades de ambas empresas hacer el anuncio y dar la respuesta respectiva.
Por una adenda suscrita el 26 de marzo de 2010, ese contrato fue seriamente modificado en cuestión de volúmenes y calendario de entregas, con la realización de obras de integración energética. Se mantuvo la duración del contrato hasta marzo de 2026, con volúmenes de entregas incrementados hasta llegar a 2020 a 27 millones de m3/d, que sería el volumen máximo final.
Se estableció que el precio sea calculado con una fórmula similar a la del contrato con Petrobras, añadiéndose un dólar por millar de BTU. Es un contrato take or pay. Controversias sobre tiempos y volúmenes de suministro, y cualquier otro tema significativo, de no haber acuerdo entre las partes se someterán al arbitraje de la Cámara de Comercio Internacional.
Asimismo, se establece la obligación de Enarsa para construir un gasoducto denominado GNEA y, por parte de Bolivia, ampliar su sistema con el gasoducto Juana Azurduy que conecte con el GNEA para recibir los volúmenes pactados, dado que el sistema del norte argentino no será suficiente y, finalmente, se acuerda la construcción de obras de integración energética favorables a los dos países, como ser la Planta de Extracción de Líquidos Carlos Villegas
Como se puede ver, es un convenio de compromiso de avanzar en el futuro energético de la región, en plena coordinación entre ambos países. Este convenio, firmado el 2006, es un compromiso para hacer un recorrido conjunto en el futuro, que ahora, en 2018, se anuncia, será interrumpido por el generoso potencial gasífero de Vaca Muerta. Conjunto de formaciones geológicas donde existen shale oil y shale gas en Argentina y que se estima son las segundas más grandes del mundo.
Todos sabemos que en la India las vacas son animales sagrados. Lo que no está claro es qué pasa con el espíritu de esos animales cuando mueren. Siendo Argentina el lugar donde más vacas se han carneado, se puede esperar que el espíritu de todos esos animales contribuya a mejorar las condiciones de los yacimientos de Vaca Muerta. Es así que el Gobierno argentino está cifrando todas sus esperanzas en Vaca Muerta para levantar a Argentina de la difícil situación económica y social en que se encuentra y que sea “la Argentina que todos los argentinos merecen”.
El entusiasmo por la explotación y resultados que se obtendrán de Vaca Muerta en Argentina es muy grande. Hasta la fecha YPF se ha asociado con ocho compañías petroleras grandes, existe un compromiso de inversión hasta 2020 de 7.000 millones de dólares y se ha llegado al extremo de llamar a Vaca Muerta otra “pampa húmeda”.
Argentina está planeando producir 260 millones de m3/d de gas a partir de 2020. Una vez que haya llevado gas a las provincias del noroeste e incorporado a más de ocho millones de consumidores, habrá llegado a la autosuficiencia y podrá pensar en excedentes de exportación.
Esa exportación tendrá que ser en forma de GNL para poder acceder a los mercados del mundo. En esas circunstancias, el gas boliviano para el norte argentino podría ser más económico que llevar gas de Neuquén hasta el noreste.
Todo contrato internacional entre países, si bien es realizado por sus empresas, debe merecer el visto bueno de sus gobiernos. Por tanto, la posible resolución el 2012 del contrato de exportación entre YPFB y Enarsa deberá tener un amplio visto bueno de sus gobiernos, y la forma para que aquello suceda tendrá un fuerte basamento político de cooperación para continuar el convenio marco.
El autor es ingeniero petrolero y analista energético.
Columnas de CARLOS MIRANDA PACHECO