El impacto en cadena de la deforestación
Hace unas semanas, hacía una revisión en Google Earth, un programa que permite tener una vista satelital y en 3D de la Tierra, de diferentes sitios de la región.
Acercando la imagen a la zona del trópico de Cochabamba, se podía notar unas figuras semejantes a la que forman las espinas unidas a la columna vertebral de un pez.
La extraña forma, de color verde claro, se repite en Beni y con intensidad en Santa Cruz.
Un biólogo me explicó que esas figuras eran sitios deforestados y que posiblemente fueron chaqueados para agricultura, ganadería y urbanización.
En la imagen satelital, las zonas boscosas se marcan con verde oscuro y en el mapa se ve cómo van quedando acorraladas por esas líneas semejantes a espinas de pescado.
La deforestación conlleva otros problemas: se reduce el hábitat natural de las especies nativas, no se genera un clima favorable para la lluvia, la tierra se erosiona y no existe la captación del CO2, que contamina el aire, provocando el aumento de la temperatura en el planeta.
Hace un par de días salió el Informe Planeta Vivo, del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF), que señala que las poblaciones mundiales de vertebrados —mamíferos, aves, peces, anfibios y reptiles— se redujeron en un 60 por ciento en los últimos 40 años.
Entre las causas se apunta la sobreexplotación de los ecosistemas y la agricultura, además de la contaminación, las especies invasoras, enfermedades y el cambio climático.
Entonces, me imaginé que quienes deforestan deben creer que su tala es mínima y no afecta a otros. Sin embargo, mientras vivamos en un solo planeta y dependamos de los mismos recursos, cada acción irresponsable es una amenaza a la estructura que sostiene la vida.
Periodista de Los Tiempos
Columnas de Yvonne León