Libertad para Franclin Gutiérrez
Su nombre es Franclin Gutiérrez, tiene 35 años, es padre de familia, presidente de la Asociación Departamental de Productores de Coca de La Paz (Adepcoca). Entró “preventivamente” a la cárcel de San Pedro, en agosto de 2018, acusado de ocho delitos, por el conflicto que se dio en la Asunta, en el que murieron dos cocaleros y efectivos policiales. Las acusaciones son: asesinato, tenencia, portación ilícita de armas de fuego, atentados contra la seguridad y medios de transporte, fabricación comercio o tenencia de sustancias explosivas asfixiantes, lesiones graves y leves, atentados contra miembros de organismos de seguridad del Estado e instigación pública a delinquir. Todas estas imputaciones recaen en él por su condición de dirigente. Es difícil pensar que este joven de 35 años haya podido planificar y ser el autor intelectual de la sarta de delitos que se le endilgan.
Franclin se declara un perseguido político, se entregó para demostrar su inocencia, pero ha pasado medio año en la cárcel sin que prospere el esclarecimiento de los hechos. En este tiempo le tocó vivir uno de los dolores más terribles que un papá puede soportar, la pérdida de un hijo de dos años, quien vivía preguntándose porqué de un momento a otra desapareció de casa su padre. Toda una tragedia para cualquier ser humano.
En la dictadura, de manera frontal se torturaba, encarcelaba, asesinaba, y los perseguidos tenían que escapar, y sabían a ciencia cierta el peligro y riesgo que corrían. Hoy en día, la “justicia” es la que persigue a quienes se oponen al régimen de turno, bajo el argumento de una supuesta legalidad, que en el país está venida a menos.
Franclin es un perseguido político, en tiempos democráticos. Lo cierto es que en dictadura o democracia el resultado de la persecución política es el mismo: el dolor, la injusticia, la imposibilidad de conciliar el sueño, el estar encerrado, privado de libertad, o escapando.
Si el proceso de cambio se jacta de estar construyendo un país distinto, las cosas hay que hacerlas de manera diferente. Las revanchas, las persecuciones, los encarcelamientos están demás en una sociedad verdaderamente democrática. Y si a nosotros, como sociedad civil, no nos indigna ni nos conmueve este tipo de injusticias en las que se destruyen y mancillan vidas, estamos siendo cómplices y asintiendo estas acciones.
Ya no se puede pisotear los derechos humanos de tal forma. Si cada persona es lo más sagrado de la Constitución, de las leyes y, en resumidas cuentas, de la sociedad, pues que cada ser humano sea valorado como tal. Exigimos la libertad de Franclin Gutiérrez, para que se defienda y goce de todos sus derechos democráticos.
La autora es socióloga y antropóloga
Columnas de GABRIELA CANEDO VÁSQUEZ