Frágil: contiene sueños
¿Alguna vez observó los ojos de un niño feliz?, pueden ser un universo de sueños, ideas, pensamientos, sentimientos, pero nada es negativo. Ayer, miles de niños invadieron los parques, las heladerías y centros culturales donde dieron rienda suelta a esa energía que los caracteriza, pero ¿por qué no puede ser así todos los días?
Durante 364 días, los niños resultan invisibles para la sociedad adulta. No los ve el transportista que no se detiene para llevarlos al colegio, pese a que muchos los obligan a pagar pasaje completo. No los ven los boleteros de parques, pues si no tienen dinero para la entrada no pueden acceder a los juegos.
Nos los ven los políticos que evitan la molestia de generar planes para su desarrollo, porque no votan. Lo peor es que ni siquiera los ven sus padres cuando lloran por toques impúdicos de otro familiar. No los oyen cuando claman ayuda, mientras son golpeados.
Sin embargo, cobran importancia cuando de pronto sus corazones dejan de latir y sus sueños se apagan producto de la violencia descontrolada de algún adulto. Sólo este año, 12 niños y niñas del país cerraron sus ojos soñadores y se sumaron a la lista de víctimas de infanticidios.
La cifra de 2018 es aún más estremecedora. Según el Ministerio Público, se registraron 58 niños y niñas asesinados, pero el número puede ser mayor, pues se estima que varios de los casos no son denunciados.
Más allá de ser un número, son personas con derechos, con sueños, ilusiones e inocencia.
El expresidente Víctor Paz Estenssoro estableció, mediante Decreto Supremo 04017, que cada 12 de abril desde 1955 se recordaría el Día del Niño Boliviano. El objetivo era disminuir la pobreza en los infantes, pero hoy su dimensión es algo más grande.
La sociedad entera es responsable de la formación de los niños. Y los adultos de este país deberían tratarlos como si trajeran un letrero que diga: “Frágil: contiene sueños”.
Periodista de Los Tiempos
Columnas de LORENA AMURRIO MONTES