Puerto Busch es para pensar en grande
La salida soberana al mar es reclamada desde 1879 mediante plañideros planteos. Ha sido lamento boliviano que saca risas en La Moneda, de Santiago de Chile. No son Los enanitos verdes que cantaron la canción que nos ha hecho tristemente notorios: la madre del cordero es la miopía para sopesar el valor de las cosas. Se mostró con el pachamamismo que contrapuso el medio ambiente al acceso al mar mediante esclusas en hidroeléctrica brasileña en el río Madeira.
Hoy se muestra en el proyecto de Puerto Busch. Los cálculos empezaron en 150 millones de dólares; luego, al menos 500 millones de dólares, “solo para la construcción de los accesos a esa terminal portuaria”: seguro que ni siquiera toca al Mutún, que requiere una solo para el carguío de volquetas (grandes, de esas de la mina Chuquicamata) que saldrían a Puerto Busch. ¿Otros 100 millones de verdes? Ahora, sobre el proyecto hablan de más de 1.000 millones de dólares.
Probablemente el costo sea mayor. Sin embargo, el tamaño del proyecto debería tener en mente el costo actual del comercio de ultramar y, más importante, el requerimiento futuro. Rebasan la demanda actual de menos de cuatro millones de TM anuales del comercio marítimo. Por tanto, no es sueño pensar en grande. Eso sí, el dimensionamiento del proyecto no debería depender del dedito de ningún “jefazo”, que ya engendró un elefante blanco de fábrica millonaria para exportar urea desde una localidad chapareña sin tren y lejos de mercado natural.
La mayor parte ya está hecha. Eran tiempos en que el gobierno de Evo Morales quiso desarrollar el hierro del Mutún. El precio de los 40.000 millones de TM de su reserva era conveniente; eso se vino abajo. Fue un fracaso sin el gas natural para energizar el proyecto, entonces concedido a la empresa india Jindal. Los hindúes solo dejaron unos inútiles trastes obsoletos.
Pero los estudios y documentos del proyecto son útiles. Lo que ha cambiado es el objetivo. Puerto Busch ahora sería el acceso soberano al océano Atlántico por la hidrovía Paraguay-Paraná, después del portazo chileno en La Haya. Entiéndase, ya no es hierro, recurso natural hoy de bajo precio y varias opciones: se trata del acceso al mar por un río de aguas internacionales; una Hidrovía Paraguay-Paraná de interés para Bolivia, Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay. Bolivia tiene 50 Km en el Triángulo Dionisio Foianini y Puerto Busch sería nuestro Rotterdam, el puerto mayor de Europa.
Hoy es un atracadero anegadizo “de marineros de agua dulce” (como se burlan los chilenos), que los militares nombraron “Armada”, quizá sin tener cañoneras en miles de kilómetros ríos navegables, como el navío paraguayo que desalojó a los bolivianos de Puerto Pacheco a fines del siglo XIX. Tiene el calado suficiente para operar con barcazas a plena carga, requerimiento que no tienen los atracaderos privados bolivianos sobre el Canal Tamengo, aguantando solo barcazas a media carga. Como dice el Ing. naval Julio Cóppola, de la empresa Corredor Logístico Multimodal (CLM), que viene insistiendo en Puerto Busch desde la época de Jindal, “la empresa india fue un fiasco, pero la idea portuaria es y sigue siendo excelente, siempre que se logre desde un puerto ubicado en donde la ribera del río le pertenezca y en donde, por añadidura, el río tenga un calado suficiente para operar con barcazas a plena carga.”
Bolivia es un país débil y quizá Chile y Perú pongan ajíes para una “llajua” de objeciones al proyecto, preocupados por Arica, Iquique, Matarani e Ilo, respectivamente. El tomate lo proveería el Fondo Mundial para la Naturaleza (World Wildlife Fund en inglés), amén de algún “pachamamista” criollo. La doble vía carretera y el tren necesarios podrían construirse sobre pilotes, ninguna novedad para quien conoce el delta del río Mississippi cerca a Nueva Orleans.
Sin embargo, las ventajas de Puerto Busch sobre otras alternativas son muchas. Soberanía. La profundidad del río Paraguay (10 pies versus los siete del tramo Laguna Cáceres-Canal Tamengo). Carga completa para las barcazas, que ojalá no encarguen a un milico y nexos con chinos o coreanos. No se afecta la toma de agua de Corumbá, ni otros problemas cuya solución no depende de Bolivia. Las barcazas que retornen vacías reducirán los costos de importación, tanto para mercancías en contenedores como para vehículos.
Hay mucho por hacer en un Puerto Busch cuya importancia trasciende la del hierro del Mutún. Ojala que los acuerdos “interesantes” entre Paraguay y Bolivia no corran la suerte de ideas derivadas a una comisión. Puerto Busch permitirá que Chile y Perú guarden candado y llave del acceso soberano al océano Pacífico, a lo menos hasta que el peso de Brasil acceda a conectar el Pacífico y el Atlántico pasando por Bolivia.
¿Será que en las espaldas bolivianas se pueden sembrar nabos?
El autor es antropólogo
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