Almagro el amargo
Mucha tinta corrió en los medios impresos nacionales y extranjeros. La noticia ocupó espacios estelares en las cadenas internacionales, refiriéndose a las declaraciones del Secretario General de la OEA durante su visita a Bolivia, quien sentado al lado del presidente boliviano expresó que sería discriminatorio no dejarle participar en las próximas elecciones, teniendo presentes los precedentes judiciales de otros países de la región, como Honduras y Nicaragua.
Las reacciones fueron diversas, viscerales, indignadas, sorprendidas, hasta vociferantes por parte de sectores de la oposición, exultantes y placenteras por parte del oficialismo. Los primeros olvidaron las lisonjas de hace poco cuando veían en Almagro una suerte de paladín de la democracia y los derechos humanos, los segundos olvidaron que este personaje era un títere del imperio norteamericano, y se volvió su cuasi íntimo amigo. Así de cambiantes somos.
En su gira por la región, Almagro develó su andar sinuoso y sus fueros políticos más pragmáticos y serviles. Su ambivalencia fue exhibida al desnudo cuando fuera del país intentó justificar lo declarado en Bolivia, enredándose en sus propias imprecisiones. Una sola frase rescato de los dichos proferidos por este excéntrico señor, cuando a buen recaudo, expresó que no contaba con un solo instrumento jurídico emanado por algún órgano del Sistema Interamericano, que le permita afirmar que ponerle límites a la relección no afecta los derechos humanos de los gobernantes.
Los Estados americanos son testigos que desde hace varios años atrás, en países como Venezuela y Nicaragua, sus gobiernos vienen cometiendo graves violaciones a los derechos humanos, manipulan sus sistemas normativos, tienen el control e instrumentalizan a los órganos estatales, entre ellos el judicial, con el único fin de permanecer en el poder a toda costa. En ambos casos, el Sistema Interamericano se ha mostrado indolente, ineficaz e ineficiente, al nivel que su Secretario General, puede cobijar su cinismo en la inoperancia del propio organismo al que representa.
Si bien Almagro no es el sistema en sí, su conducta acomodaticia nos grafica que poco o nada importan los Pactos de Derechos Humanos o la Carta Democrática Interamericana a la hora de negociar votos y plazas en los diferentes órganos de la OEA, para ello se negocia con los Estados por medio de sus representantes, y por tanto con quienes ejercen el poder. En consecuencia, los Estados tienen más peso a la hora de tomar estas definiciones sin importar la opinión de las oposiciones democráticas o de entidades defensoras de los Derechos Humanos.
Frente a abruptos cambios de postura como el visto, las oposiciones políticas muestran su verdadera dimensión, son pequeñas y débiles, no fueron capaces de diseñar y construir alternativas verdaderas y creíbles en sus respectivos países, y ahora dependen de la opinión de personajes con principios tan volátiles como los de nuestro camaleónico visitante. Les urge a quienes promueven cambios de gobiernos, cambiar primero ellos y desarrollar estrategias novedosas, ser capaces de patear el tablero electoral y desplegar sus esfuerzos a un nivel más amplio, no solo a nivel nacional, sino internacional. Les hace falta construir un sueño, una utopía.
Cerrando ideas, tras lo ocurrido con el singular Secretario General de la OEA durante su gira por Bolivia, Argentina y Chile, quedan serias dudas sobre la independencia e imparcialidad de las misiones de este organismo que observarán las próximas elecciones, no solo en Bolivia, sino en toda la región. El viaje de Almagro a Bolivia, solo sirvió para ensombrecer el ya enrarecido panorama electoral, y perdió todo respeto y credibilidad.
Para finalizar, la visita de Luis Almagro a nuestra región, me dejó un muy mal sabor de boca, un sabor amargo.
El autor es abogado, diplomático y docente universitario.
Columnas de WILLY WALDO ALVARADO VÁSQUEZ