El antichavismo también en su laberinto
A principios de año escribí en esta misma sección que el presidente Nicolás Maduro atravesaba por su laberinto sin salida a la crisis política, social y económica que agobia a Venezuela. Siete meses después, la oposición transita también por su propio laberinto con su agenda destituyente sin posibilidades de éxito en el futuro cercano, dado el estancamiento e inefectividad de las presiones hacia al Gobierno.
Ayer, el líder opositor Juan Guaidó pidió mantener la presión para sacar del poder a Maduro ante la disminución sustancial de manifestaciones antigubernamentales.
El chavismo, desde inicios de enero, ha propuesto una ruta de diálogo entre venezolanos para contener los actos injerencistas de EEUU y la continuidad del bloqueo económico que ha recrudecido desde la autoproclamación de Guaidó que cuenta con el apoyo de medio centenar de países.
El factor de diálogo político, tal como lo han dicho dirigentes opositores y el senador estadounidense Marco Rubio, ha servido en ocasiones anteriores para dinamitar la frágil cohesión opositora. Esta ocasión no es la excepción. Para la base social de la oposición y buena parte de sus dirigentes, el solo hecho de dialogar complica las aspiraciones de deponer a Maduro mediante el uso de la fuerza.
Para dirigentes de la oposición como María Corina Machado, el diálogo es “inconcebible” e “inexplicable” en las circunstancias actuales, dado que daban por sentado que Maduro y el chavismo se encontraban contra las cuerdas y en el preámbulo de su salida del poder tras el fallido golpe de Estado del pasado 30 de abril.
Haciendo control de daños y simulando una fuerza que en realidad no posee a lo interno, Guaidó intenta convencer a sus seguidores y a una cuota escéptica de la dirigencia opositora, que el chavismo se acerca a los diálogos de Noruega para gestionar su salida del poder y concertar con ellos una transición.
Editor sección Mundo.
Columnas de ALFREDO JIMÉNEZ PEREYRA