Del campo a la ciudad: ¿ilusión de progreso?
Muchos piensan que el flujo humano campo-ciudad es bueno en todo sentido y que es un indicio del desarrollo. Falso. Esta cuestión puede ser analizada desde los puntos flacos del marxismo, y es que para esta doctrina dogmática no existen consideraciones teóricas específicas en torno a qué hacer con el campesinado una vez instaurada la dictadura del proletariado.
Gran parte de lo que los Gobiernos latinoamericanos catalogaron como logros estuvo relacionado con la movilidad de personas del campo a la zona urbana o periurbana. Pero el asunto es una pantalla, una ilusión, dado que, desde el punto de vista psicológico, siempre se tiende a relacionar la ciudad con el progreso y el campo con la pobreza, olvidando que también en la campiña y el fundo puede haber tecnología avanzada y, sobre todo, ganas de vivir allí en quienes son sus moradores.
Pero la verdad es que el campo o las zonas rurales no tendrían por qué ser sinónimo de pobreza o de ignorancia. En consecuencia, lo que debieran hacer los Gobiernos latinoamericanos, o el Gobierno boliviano en particular, siguiendo lo que hacen los países con economías y políticas pujantes, es implementar políticas públicas para que el campesino permanezca en la gleba, con colegios y centros de salud de buen nivel a su alcance, otorgándole instrumentos modernos de labranza, cultivo y cría de ganado. Haciendo esto, no solamente los campesinos entenderían la importancia de su oficio para el porvenir de su desarrollo privado y el estatal, sino que quienes estudian en las urbes carreras técnicas relacionadas con el agro o ingenierías irían a poner en práctica sus conocimientos en centros de producción agropecuaria estimulados por el Estado.
El siguiente Gobierno boliviano debe saber que el flujo migratorio campo-ciudad no es tan bueno para el desarrollo como se nos ha querido hacer creer.
Ignacio Vera de rada
Lic. en Ciencias Políticas
Columnas de IGNACIO VERA DE RADA