El tema de la soledad en las letras
El tema que se anuncia no va con el frenético ajetreo de la campaña electoral. Me evado eventualmente de ese horrendo mundo de la politiquería, para morigerar el impacto de su descalabro. Como van las cosas, ni la satírico humorística se puede esbozar cuando la indignación rebasa ciertos límites. Cierro por ahora ese tintero. Y vamos al tema.
La palabra “soledad” es un vocablo cargado de sugestiones. Todos saben, así sea vagamente, lo que significa; lo han vivido también en algún momento de su vida. Para los poetas, los escritores y los artistas del canto y de la música, es un tema recurrente. Hay un variado repertorio en la lira y en el pentagrama. Pero para no perderme en el bosque, sólo me acercaré un poco a lo que se ve de lejos. El tema es muy amplio; es más para un ensayo que para un artículo. Por eso esta no es sino una reseña bibliográfica.
Tres escritores de nota han dedicado su talento y su pluma al tema de la soledad. El poeta y ensayista mexicano Octavio Paz, premio Nobel de literatura 1990, escribió el ensayo titulado El laberinto de la soledad; figura la obra entre las más logradas realizaciones en su género. Sin interferencia visible, el poeta y el ensayista combinaron su esfuerzo para conquistar la gloria. Pero es visible la presencia del poeta en la transparencia del estilo como la del ensayista en la profundidad filosófica de su labor poética. ¿De qué trata? El mexicano “se sabe distinto y por ello se siente sólo… Siempre está lejos del mundo y de los demás. Lejos también de sí mismo”… “El mexicano usa ‘máscaras’ para proteger su intimidad; no le interesa lo ajeno y por lo tanto, el círculo de la soledad se vuelve a cerrar”.
La otra “soledad” narrada en una novela es del colombiano Gabriel García Márquez, también premio Nobel de literatura (1982). Su obra titulada Cien años de soledad es una visión sintética de Latinoamérica y sus problemas aún no resueltos. Narra la tristeza que produce la soledad sin amor; a causa de una maldición supuesta que pesa sobre la familia Buendía. En realidad, toda la obra es una metáfora, escrita –según la intención del escritor– para divertir al lector y para que sus amigos lo estimen. El trasfondo ideológico; es decir, político, se revela en las ideas expuestas en el discurso pronunciado ante la academia sueca. Allí implora el novelista que “las estirpes condenadas a cien años de soledad tengan por fin y para siempre una segunda oportunidad sobre la tierra”. La crítica lo considera como el más alto representante de la corriente literaria llamada el “realismo mágico”.
Tomás Eloy Martínez, publicó en 2009 la crónica titulada “Argentina: 200 años de soledad”, donde escribe que “Argentina se ha tornado impredecible; un enigma ante el que se estrellan todas las respuestas. ¿Cómo imaginar el futuro inmediato entre las brumas de un país a la deriva? La soledad a que se refiere el escritor es la dimensión que media entre la realidad y la ficción ilusoria que se derrumba. Martínez es también autor de la novela El vuelo de la reina, premio Alfaguara de novela 2002. En el trasfondo de la misma se denuncia la corrupción política que llevó a la Argentina al borde del desastre.
Bolivia también tiene su soledad. Es la soledad de su encierro marítimo sin que nadie se atreva a colocarse de su lado para reclamar con fuerza la devolución del mar usurpado. Sin metáfora, literalmente, está sola y aislada en el mundo. ¿Quién escribirá esa novela de fondo trágico?
El autor es escritor.
Columnas de DEMETRIO REYNOLDS