Un alto a la violencia, desde nuestros hogares
Cada día la Fuerza Especial de Lucha Contra la Violencia y/o la Defensoría de la Niñez y Adolescencia reportan casos de violencia contra menores y cada vez se trata de actos más horrorosos y dramáticos porque los autores son sus propios progenitores, en su mayoría, o algún miembro de su entorno familiar. El último hecho que conocimos en Cochabamba es el de una madre que echó alcohol en el rostro de su hija y le prendió fuego –según ella– porque le hacía renegar mucho.
¿Qué pasa con nuestra sociedad? ¿Dónde estamos fallando? Si se trata de nuestros propios hijos que son tan indefensos… traviesos, sí… juguetones, sí, pero por naturaleza, como nosotros lo fuimos alguna vez y nuestros padres –en su mayoría– supieron educarnos con comprensión, tolerancia y amor.
Esas tres palabras son clave para que después sean hombres y mujeres de bien, y no terminen repitiendo la espiral de violencia que vemos reflejado en feminicidios, violaciones y parricidios.
Podemos hacer un alto a la violencia y para ello la familia es fundamental. Sí, es cierto que debemos trabajar para el sustento de cada día, pero también es necesario alimentar el alma de nuestros hijos con amor, en lugar de gritos y golpes.
Un abrazo, un “te quiero”... nunca están demás. Los padres de familia –como lo dicen los expertos– somos los primeros y continuos educadores de nuestros hijos. Entonces, la disciplina (no violenta) se suma al amor, compresión y tolerancia al momento de formar a los niños y niñas.
Un aspecto a considerar es que las nuevas tecnologías se han introducido en las familias sin que nadie pueda evitarlo y están causando efecto en los niños y adolescentes, por ello debemos tomarlos como aliadas y no como enemigas, para que estos efectos sean positivos y no negativos.
Luego veremos, en unos cuantos años, que el resultado del papel que cumplimos como padres será de una nueva generación más tolerante y menos violenta.
Macroeditora de la sección País de Los Tiempos
Columnas de July Rojas Medrano