La extraordinaria misión de los jurados electorales
Más de 207.300 electores serán jurados electorales en los comicios generales que tienen lugar en Bolivia dentro de cuatro semanas, el domingo 20 de octubre.
Para una gran mayoría de quienes cumplirán esas funciones que revisten carácter obligatorio, el azar que determinó su designación no es precisamente un motivo de alegría.
No, pues el ejercicio de las funciones de jurado electoral está directamente relacionado con la idea de una actividad de varias horas que exige constante atención y también paciencia cuando los votantes no llegan a sufragar, mientras que el resto de los electores dedicarán –en el peor de los casos– una hora al cumplimiento de su deber ciudadano, acudiendo a la mesa que les corresponde para emitir su voto y luego disponer el resto del tiempo de ese día a cualquier otra actividad gratificante.
Pero estas elecciones tienen una particularidad que las diferencia de la anteriores. Una marcada por la inevitable falta de confianza plena en la institución que organiza las elecciones, y que resulta de una serie de sucesos.
Esos hechos que generaron y generan desconfianza van desde la dimisión de tres vocales del Tribunal Supremo Electoral (TSE) en los meses pasados, hasta la sustitución reciente de funcionarios del Servicio de Registro Cívico (Sereci) –la institución encargada del padrón de votantes y también de la Transmisión de Resultados Electorales Preliminares (TREP), que es el sistema de conteo rápido de actas de sufragio–, pasando por la polémica habilitación del binomio del MAS a pesar del No ganador en el referendo vinculante del 21 de febrero de 2016 y una docena de otros actos que permiten, mínimamente, cuestionarse acerca de la imparcialidad del TSE.
En este ambiente, los 207.322 bolivianos que ejercerán las funciones de jurados electorales –en las 34.558 mesas donde sufragarán 7.315.364 habilitados en el padrón electoral– tendrán una misión que va más allá de las atribuciones que les otorgan las leyes y otras normas accesorias.
En ellos residirá la posibilidad de reanimar la debilitada confianza que se tiene en las instituciones que edifican y sustentan la democracia.
Esa democracia que Bolivia recuperó hace 37 años y los bolivianos, todos, construimos o destruimos cada día en cada uno de nuestros actos como ciudadanos.