De candidato ilegítimo a presidente re-re-ilegítimo
De acuerdo con los datos oficiales del Órgano Electoral Plurinacional (OEP), el candidato ilegal e ilegítimo para participar de estas elecciones generales, dado el carácter vinculante de los resultados del 21F, es ganador en primera vuelta al haber obtenido una diferencia mayor a los 10 puntos porcentuales en relación al segundo.
Sin embargo, dadas las circunstancias y, sobre todo, las enormes sospechas de un grosero fraude electoral, es, a todas luces, un presidente re-re-ilegítimo, pues su investidura, al igual que la de Maduro, solo tendrá el apoyo de sus movimientos sociales prostituidos (en Venezuela son los colectivos bolivarianos) y las Fuerzas Armadas que, coincidentemente, ya fueron invocadas.
Carecerá también de credibilidad y confianza, en las nueve ciudades capitales de Departamento y gran parte de las ciudades intermedias. Gruesos segmentos del electorado consciente de esas ciudades han votado por el opositor mejor perfilado, castigando así al desgastado régimen. El vuelque, se habría producido, dice la retórica oficialista, con el voto rural que, dicho sea de paso, en el mejor de los casos solo llega al 30% del padrón electoral.
Además, esta ilegitimidad tiene núcleo en la absoluta desconfianza del electorado en el OEP, sometido, desde un principio, como afirmé en innumerables columnas, a los designios del poder ejecutivo. Se llega al proceso eleccionario ya con la imagen del OEP herida de muerte. Es decir, con una extrema susceptibilidad y sensibilidad negativa en torno a su accionar.
La súbita y arbitraria suspensión de los resultados por el sistema de Transmisión de Resultados Electorales Preliminares (TREP), a eso de las 20 horas del domingo pasado, fue una contingencia capital. Cuando anteladamente estaba programada la difusión de los resultados al 100%, por este sistema.
A partir de ese “bendito” episodio se pone al descubierto la distorsión de datos que habían previsto. La sorpresa del volumen y caudal de votos en favor del candidato de Comunidad Ciudadana, genera gran miedo y terror. Entonces, abruptamente cambian de planes. Desde el palacio de gobierno, dicen, se instruye la suspensión del TREP. Desde ese momento contingente, la credibilidad del OEP, dada la enorme susceptibilidad del electorado, conoce el mismo infierno.
Luego, el tráfico indiscriminado de bolsas, maletines electorales y actas, entre otros, fuera de todo protocolo, colocan en terapia intensiva al OEP. Secuencialmente, la situación y la crisis se agravan con las renuncias de algunos vocales electorales departamentales y técnicos clave en el registro y conteo de votos. La estocada final, el puñal mortal en el corazón, fue la renuncia del vicepresidente, Antonio Costas, del Tribunal Supremo Electoral (TSE). Eso liquidó definitivamente la imagen del OEP. A partir de ahí, todos sus actos carecen de credibilidad y son ubicados en lo grotesco. Esa renuncia debía provocar la sistemática anulación de este proceso, signado con aberrantes irregularidades.
Empero, como el campo opositor carece de visión estratégica, pues su horizonte es muy corto y obtuso; piden, sí o sí, la segunda vuelta. ¿Para qué quieren la segunda vuelta? Eventualmente, en ese escenario, ganaría Carlos de Mesa, empero con mayoría absoluta del masismo en el Parlamento. Para el país, por los grados de ingobernabilidad que aquello puede generar, sería un verdadero suicidio. La demanda de los movimientos cívicos y políticos opositores, básicamente debería concentrarse en dos puntos: convocatoria a nuevas elecciones y tribunal transparente.
Ahora bien, lo más probable –no obstante todos los cuestionamientos éticos y morales y la resistencia de la ciudadanía en las calles– es que Morales y la elite azul consoliden su “triunfo”. Están más organizados. Sin embargo, al carecer de legitimidad en las ciudades capitales, que avasalladoramente votaron en su contra, no será digno de visitar ningún espacio, salvo con un esquema tipo Maduro, de brutal seguridad personal, para evitar que sea objeto del espantoso desprecio que se adjudicó. Además, con un helicóptero presto para huir frente a cualquier emergencia.
Inició el viciado proceso como candidato ilegítimo e ilegal. Ahora, ganador de manera forzada y con fraude; será un re-re-ileg+itimo presidente. Carga en su mochila dos terribles pesos: el 21F y las fraudulentas elecciones del 20-10. Ambas cosas, le perseguirán por siempre.
Finalmente, para soslayar el terrible desprecio, tendrá que gobernar desde el trópico.
El autor es profesor de la carrera de Ciencia Política de la UMSS
Columnas de ROLANDO TELLERÍA A.