Los hijos que entregamos a la sociedad
¿Qué tipo de hijos o hijas estoy dispuesto a dar a nuestra sociedad?, debería ser una interrogante para quienes tienen planes de asumir paternidad y maternidad. ¿Qué tipo de hijos o hijas estoy entregando a nuestra sociedad?, debería ser -hoy- una alerta, para quienes ya son padres.
Sobre el tema hay bastantes escritos y tratados, desde científicos hasta dogmáticos, que se esfuerzan por orientar y ayudar a darle al mundo personas que sumen, con valores y principios. No obstante, como individuos familias y sociedad, algo potente nos contamina y a velocidad.
Los que aun respetan están muriendo por vejez. Cada día son más evidentes nuestras distorsiones y aberraciones. Elegimos como gobernantes a los peores cuadros, vemos a la política o la religión como oportunidad de enriquecernos, callamos ante el acoso y la violencia contra la mujer, somos indiferentes ante el asesinato del planeta, callamos los feminicidios y la violencia sexual contra niños niñas y adolescentes, practicamos aun la discriminación y maltratamos a los indígenas, toleramos la corrupción y la impunidad, aplaudimos el abuso de poder, festejamos el egocentrismo la avaricia el materialismo, etc. Nos seguimos auto destruyendo como especie y parece generarnos placer.
Seguimos siendo la especie humana, cruel egoísta y depredadora, que no aprende del pasado.
En esa línea de reflexión, considerando lo que tenemos o lo que nos hemos convertido, creo que podemos fallar en todo, en el curso de nuestra vida, menos en “formar” “educar” o “cultivar” a los hijos; aquellos que decidimos tener.
La salud de la sociedad, en la que vivimos y sin importar si nacimos en ella, entre otros factores, depende de la calidad de hijos que le entregamos. Los principios y valores, que marcan y orientan nuestras vidas, los adquirimos en el seno del hogar (papá y mamá fundamentalmente juntos o separados) y debemos esforzarnos en sembrarlos y cosecharlos en los que nos suceden, en el ciclo de la vida.
Nada sustituye al papel de los padres, por eso es un gran error asumir que es la sociedad, y en ella el proceso educativo, la que cultiva a nuestros hijos y los prepara para la vida. Los que abandonan -cobardemente- a los que procrearon no saben lo que se pierden. La vida les cobra la factura, tarde o temprano. Una forma, de las varias que hay, de realización de los humanos es la paternidad y la maternidad y solo se entiende cuando se lo vive.
En esa perspectiva, vivir enseñando a los hijos cómo ser “exitosos” o “distinguidos”, y obviar lo esencial (principios y valores), es sumar -a lo que ya estamos viviendo- a la hecatombe humana.
Si no hay esencia y motivaciones altruistas en una vida, por ejemplo hacer cosas a favor del “bien común” o “servir sin nada a cambio”, el éxito y la distinción no sirven, porque envilecen.
Queda en ese horizonte, desarrollar capacidad de renuncia y desechar cruces y estereotipos que nos atrofian e impiden tener un razonamiento lógico y amplio de lo que debemos dar a nuestras sociedades. Es abandonar comodidades y hacer y hacer y hacer para evitar que el egoísmo, la angurria y la estupidez, ganen la batalla haciendo despiadados a los humanos.
Nadie más que uno sabe qué tipo de apuesta estamos haciendo por la construcción de un país con justicia e igualdad de oportunidades. Tenemos un juicio (juez) interno al que debemos responder, más temprano que tarde.
Está en cada persona cambiar o mejorar el estado de cosas que nos dañan. Está en cada padre y madre tener los hijos que desean y también sumar o restar a una mejor herencia social.
El autor es abogado
Columnas de EDDIE CÓNDOR CHUQUIRUNA